30 noviembre 2006

Editorial


Como hacía unos días atrás Alicia, yo también hoy presento mi editorial con una viñeta de Romeu -al que, junto a El Roto y Máximo, sigo a diario - que aparece publicada en El País.

29 noviembre 2006

Juan Eduardo Zúñiga: Largo noviembre de Madrid

Miguel Ángel Muñoz menciona en su blog a Juan Eduardo Zúñiga y eso me ha llevado a releer uno de los relatos de este magistral libro que precisamente mi amigo Muñoz me regaló en 1991 en Granada, que entonces era su ciudad y no la mía. "Nubes de polvo y humo" es uno de esos relatos llenos de realidad y a la vez de simbolismo que caracterizan la obra de este gran autor y que se desarrolla en Madrid, durante la guerra civil. Un soldado habla con una mujer que dice "Los odio, sólo pienso en matarlos", y después la acompaña por las calles llenas de tiros y de ruidos de bombas, obsesionado con su belleza y deseoso de abrazarla, abrirle la blusa, hacerle el amor antes de incorporarse a filas. Le dice a ella que no entiende su deseo de matar, porque "¿No te das cuenta que todos los que quieren matar lo que de verdad intentan es matarse a sí mismos, matarse para poner fin a venganzas, a miedos, a desesperaciones que no pueden vencer? Engáñate si quieres, pero la verdad es ésa, ¿qué te importan los demás si lo único que te interesa y te angustia eres tú misma?" Con un estilo vigoroso, voluntariamente alambicado pero transparente, lleno de continuos aciertos, Zúñiga narra como pocos, con una intensidad inigualable: "Acaso abrazaba a los suyos por última vez - quién sabe si una bala venía hacia él, pasando semanas en su veloz carrera hacia el cuerpo al que estaría destinada fatalmente-, y esta noción le hacía aún más apreciar la templanza de la casa, el olor de las ropas usadas, de los guisos que se habían sucedido en el fogón, la vista de objetos y humildes muebles unidos a su vida de niño y de muchacho". Esto está escrito en 1980, amigos, antes de que los grandes estilos que ahora triunfan, los de Marías y Muñoz Molina, aparecieran. ¿Cuánto le deben esos dos autores a este maestro medio secreto de las letras españolas? Os aseguro que cuando acabé de releer el relato me dije que la vida es muy injusta, que premia a unos y olvida a otros sin piedad, encumbra o derrumba sin miramientos. No hay más de dos o tres autores vivos que puedan igualar la fuerza, la verdad y la creatividad de estas páginas absolutamente deslumbrantes, y pienso en el Philip Roth de "Pastoral americana" como ejemplo equiparable, no creáis que me limito al ámbito de nuestra lengua. Dadle una oportunidad a Zúñiga, dáosla a vosotros mismos y disfrutad.

26 noviembre 2006

Leonard Cohen en San Sebastián


Vuelvo a ver el concierto que en 1988 dio en San Sebastián el cantante y escritor Leonard Cohen y vuelvo a pensar que es un artista único. Esa voz incomparable y profunda, íntima, rasgada, propensa a la confesión y nunca al grito me emociona como cuando la oía hace años, muchos años. Cohen cierra los ojos para cantar, se concentra como si buscara comunicarse con algo que vive en su interior, que sólo si consigue mantener esa honda concentración saldrá y comunicará por su boca y en su voz verdades profundas y auténtica poesía. Sólo de cuando en cuando los abre y mira hacia algún punto, una luz que acaso sólo él ve, difícilmente hacia el público, pero no es que lo desprecie ni tema perder la concentración si mira alguna cara que dirige hacia él unos ojos fijos y admirativos, porque el público parece estar dentro de él, latir con su voz y su emoción convertida en sonidos que aunque no sepamos traducir nos llegan dentro y se comunican con una parte de nuestro cuerpo que quizá no es material y que todos poseemos aunque no siempre dejamos que lata libremente. Cohen canta Aleluya, canta al Partisano, canta a Suzanne, canta a Lorca y su tono no nos cansa, no nos adormece, sino que nos impulsa a vibrar con los brazos separados y casi flotantes, en un baile lento y acompasado que se extiende por todo el cuerpo, que toca la piel y el cerebro, hasta que dejamos de sentir el tiempo y por un rato somos sólo palabras y versos e imágenes e invención que vaga sin que nada pueda pararlo. Cohen mira una vez a las chicas que le acompañan, que suman sus maravillosas voces a la suya, y entonces me fijo en Julie Christensen, rubia, con un escote que deja al descubierto unos hombros hermosos y delicados y creo ver más armonía: en su piel, su cara, sus movimientos. Me trastorna su voz aguda y llena de pasión y dolor en la canción dedicada a Juana de Arco. Y al acabar el concierto me siento feliz, renovado, y me pregunto si mañana, cuando de nuevo ponga en marcha el dvd, volveré a emocionarme, a cantar uniendo mi voz a la susurrante de Cohen, si buscaré los ojos de Julie y no dejaré que nada, excepto esa música y esos artistas, llenen mi vida durante dos horas.
Este texto está dedicado, por diversas razones, a Clarice Baricco y Ninoska Mermoud-Santiago, principalmente porque si no las hubiera conocido estas líneas nunca habrían sido escritas.

24 noviembre 2006

Tu silencio

Tu silencio es duro, es fuerte, es como un río que se secó por propia voluntad. Tu silencio es una condena, una cara vuelta, una palabra astillada entre los dientes. Tu silencio pesa aunque no tiene palabras. Tu silencio sobrecoge aunque no hace frío ni calor. Tu silencio dividió los sueños como aguas en el mar. Tu silencio iba calle abajo y no quiso mirarme. Tu silencio lloró en el hombro de una paloma que se alejaba. Tu silencio dejó parado a un niño que quiso saludarlo. Tu silencio crece y no tiene brazos ni pies. Tu silencio vaga y se hace grande como una montaña en la que crecen libres y solas las hierbas que nadie nunca recogerá. Tu silencio es un grito que cae en el pozo hondo y creciente de tus ojos hundidos y en los huecos de los recuerdos que ya no lo son. Tu silencio te protege pero no te conoce. Tu silencio te cubrirá sin amarte y te borrará lentamente. Tu silencio no será jamás tú, aunque lo necesites y quieras creer que porque nació de tus manos iba a ser un fiel compañero. Tu silencio no provocará mi silencio, porque no quiero correr por calles vacías en mis sueños, ser mordido por perros que sólo tienen huesos y una boca llena de lágrimas, ir hacia los campos en que brotan famélicos los deseos vencidos y donde hay caras que se dibujan con pinceles de ira y desolación. Tu silencio no será mi silencio y quizás no habrá más silencio, ni palabras, ni excusas, ni despedidas que consuelen y lo dejen todo en su lugar, ordenado como un hogar en que han muerto sus dueños y unas manos ajenas colocan cada cosa sin pasión y sin sentimiento en un espacio en el que ya no hay vida, pasado, recuerdos ni amor.

20 noviembre 2006

Aurora


A mi madre le truncó la vida la sublevación militar del 36. La dejaron sin la cultura necesaria. Pero no le quitaron las ganas: siempre quiso aprender a leer y escribir bien. Le compramos cuadernos y a sus sesenta años intentaba hacer lo que no pudo cuando quiso hacerlo. La recuerdo con la cabeza gacha, cosiendo, junto a una ventana. La recuerdo mirando en el cuaderno con el mismo interés y la misma dedicación. Yo escribo desde los doce años, he leído mucho. Era su maestro. Ella iba a veces a comprarme libros. Yo le daba una nota con el título apuntado y ella marchaba hacia la librería y le decía, sonriendo, a la muchacha: "Ya estoy otra vez aquí. Este niño, que me manda." (Son tus palabras, amiga Rosalía, gracias por tu recuerdo también). Nunca llegó a leerse un libro mi madre. Leía el periódico en voz alta y mi padre, más avezado, la mandaba callar en ocasiones. Ella me decía luego que quería aprender a leer y a escribir bien. Se esforzaba y después vino el alzheimer, que no la dejó concluir su incipiente tarea. Ahora sigue intentando hablar, murmura sin parar algunos sonidos y siempre que le preguntamos cómo se llama, no duda y dice su bello, significativo nombre: Aurora.

15 noviembre 2006

Amar en tiempos revueltos

Dejando a un lado todas las servidumbres propias de las series con muchos capítulos - esos componentes folletinescos que difícilmente pueden evitarse y que, lógicamente, hacen que se incurra en algunos errores y repeticiones -, quisiera destacar que esta serie emitida por TVE1 posee valores a tener en cuenta, empezando por la recuperación crítica de una época - la posguerra española, con Franco en el poder - que me resulta muy acertada y necesaria en un momento en que tantos revisionistas de la derecha española pretenden hacernos tragar gato por liebre y edulcorar unos años y un poder catastróficos y aún pendientes de un juicio más duro y definitivo por parte de sectores de nuestra sociedad que con su quietismo sólo favorecen el mantenimiento de muchas injusticias y mucho dolor. Son años en que no se podía hablar, en que la iglesia estaba con los vencedores y no con los vencidos, como debe de ser su labor y propósito, en que los presos políticos recibían palizas hasta la muerte. Sólo los muy hábiles, los muy adeptos al régimen, los muy ricos podían vivir sin dolerse por las ignominias que menudeaban en la vida cotidiana de nuestra país. La serie me gusta y me parece que los escritores que la han creado -Antonio Prieto entre ellos - han sabido dotarla de consistentes personajes que acaban por volverse muy reales y muy humanos en el salón de nuestra casa y en nuestros recuerdos. Salvando las distancias, las diferencias de aciertos y situando cada cosa en su lugar, me parece que TVE ha vuelto a darnos una serie que entronca con aquellas grandes historias que tanta popularidad y prestigio le otorgaron en los años ochenta del pasado siglo. Me alegra mucho: para esto ha de servir la televisión pública.

12 noviembre 2006

Imperialismo publicitario

Una marca de coches estadounidense (que no americana, que América no es sólo de los que viven en los Estados Unidos) celebra los años que lleva asentada en España y difunde una cuña publicitaria en la que dicen que el año que vinieron aquí nuestro país mandó a un famoso festival de música a un cantante que nos dejó en el penúltimo lugar. Por suerte, en cambio, como dicen ellos, a la marca de coches se le ocurrió la brillante idea de aparcar en la piel de toro y, para disfrutar de tal conmemoración, nos vende sus coches y nos paga las primeras letras. No es que nos las perdona o nos las aplaza o nos las prorratea. Ellos hacen los coches y no nos descuentan nada, sino que nos pagan. O sea, que se lo pagan a sí mismos. Imperialismo publicitario: así está el asunto.

07 noviembre 2006

La última foto



Así se llama el documental que vimos recientemente en Documentos TV, ese gran programa de TVE2, uno de los más veteranos y quizá el mejor de los que pueblan nuestras pantallas. Es una visita al Estrecho de Gibraltar, ese sitio separado por sólo 15 kilómetros de África. El fotógrafo Fernando García Arévalo recuerda la llegada de los primeros inmigrantes a las costas españolas y vemos sus fotografías. Nos cuenta que una vez estaba con los pies en el agua fotografiando un cadáver mientras oía cómo otro cadáver se golpeaba contra una roca. Dejó la cámara y agarró el cuerpo por lo hombros para evitar que el mar siguiera castigándolo (ese mar amigo de los poetas que mata a los negros pobres, ese mismo mar) y lo sacó a la orilla. Justo cuando empezó a sonar un teléfono móvil que el muerto llevaba entre sus ropas. Dice Fernando que sintió miedo. La voz se le va, se le adelgaza antes de confesar que deseó que esa llamada la hiciera la madre del muerto. Quiero que fuera ella. Y seguimos viendo fotos de inmigrantes muertos bajo el mar, llevados por la corriente, fotos que ondean como banderas de desgracia y dolor. En un mundo atestado de ficciones, esta no es una historia más, me dice una voz que late en mi estómago. Hay caras de muertos que te sacuden como si fueran las de tus familiares. Quince kilómetros. Y atraviesas ese espacio y te llaman ilegal. Tantas ficciones que actúan como los efectos secundarios de la medicinas más fuertes. Hay que abrir los ojos a la realidad. Porque aún puede resultar injusta, arbitraria, incapaz, tan sumamente desagradable. A veces otros vecinos de mi edificio - vivo en un barrio obrero de Granada - se quejan de que los que viven en el segundo piso hacen demasiado ruido y son muchos. También son negros. Yo los oigo trajinar por la noche, mover muebles, y me pregunto cómo sería mi vida si tuviera que recorrer los quince kilómetros buscando las primeras costas de África.
Foto: Fernando García Arévalo

05 noviembre 2006

"Abril", de Nanni Moretti


Paro y escribo porque quiero hacerlo mientras oigo llover. He dejado el dvd en pausa, sin haber acabado aún de ver la película. Pero es porque necesito hacer una pausa, sonreír recordando alguna escena, disfrutar de la felicidad que instala en mi ánimo Nanni Moretti. Que alguien sepa reírse de sí mismo de la manera en que lo hace este italiano me llena de alegría, de ganas de vivir. La película la protagoniza Nanni Moretti haciendo de Nanni Moretti, nos cuenta sus deseos de rodar un musical protagonizado por un cocinero trotskista que es feliz bailando. Pero nunca acaba de abordar el proyecto con continuidad porque le preocupa la política, el curso que la vida italiana va tomando con un personaje como Berlusconi al frente de la nave. Cuando nace su hijo, Nanni aún se vuelve más niño, visita lugares de su infancia subido en su moto - escenas que remiten a Caro Diario- , y yo, como espectador, siento que este tipo feliz, dotado del mejor humor, hace algo que admiro y me gustaría copiar en este blog, por ejemplo, pero sé que es muy difícil hablar de la vida tocando la vida, es casi imposible vivir y escribir a la vez, y lo lamento. Así que para consolarme vuelvo a mi salón y le doy al play. Sigo viendo esta gratificante película.

02 noviembre 2006

Juan Uceda, escritor y amigo.


Siempre se mueren antes los mejores. A mi inolvidable amigo Juan Uceda nada pudo ayudarle a vencer un cáncer, ni el amor de su esposa ni el apoyo de los amigos. Venía a Granada al hospital y yo siempre le decía que nunca pensara en dejarse vencer. No sabía que mientras le decía eso, la enfermedad había avanzado y, como en una guerra, ya no quedaban más palabras, no quedaban sino fragmentos de destrucción. Mi amigo, enfermo, con el apoyo de su mujer, Fina, indesmayable, recopiló sus relatos e hizo un libro. Le ayudé cuanto pude y mi amigo me dijo que tenía que llevar una fotografía que yo hubiera hecho en la portada. Así fue: ese niño con la espada, al que vi en una calle de Jerez de la Frontera y fotografié en 1995. Además, Juan Uceda nos dedicó el libro a su madre, a su mujer y a mí. Tengo la dedicatoria delante: 27-01-00. Dividido en dos apartados, Minicuentos y Cuentos, ofrece historias salidas de una mano segura y cultivada, de una imaginación exacta y afortunada, de una persona a la que nunca echaremos lo suficiente de menos. Gracias a él, a mi amigo Juan, me convertí en seguidor de Ismael Serrano. La anécdota es breve: le regalé el disco porque era un apasionado de Joan Manuel Serrat, le escribí una dedicatoria. Al poco, vino y me lo devolvió. Esa canción del poliderportiiivo, hombre, no puedo con ella, me dijo. Y me regaló el disco que yo le había regalado. Le dije: Ponme una dedicatoria. Y él escribió: De mí pa ti. Nada más. Cuatro palabras de un escritor. Escuché el disco y la canción se hizo una de mis habituales compañeras, la tarareo en cualquier instante y la canto a menudo. Mi mujer, que sabe más que yo de sentimientos, me dijo que Juan era un tipo sin igual: supo que aquel disco lo necesitaba yo, que formaría parte de mi vida para siempre, y no se lo quedó aunque era un regalo. Nunca podré agradecérselo como se merecía. Ni eso ni muchas otras cosas. Se fue, él que era el mejor, pero nos dejó lecciones que nos ayudan a seguir viviendo.

01 noviembre 2006

Herida llena de luz


A veces las heridas están llenas de luz, pues por las aberturas les entra la luz cauterizadora y cargada de futuro.


Foto: Francisco Ortiz

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No todo es novela negra. También existen otras cosas, como la fotografía. Y otros libros, otras inquietudes, otros pensamientos.