28 mayo 2007

Labordeta y el tiempo que no se irá


A mi amigo Paco nunca le importó el dinero. Su tienda -Foto Luz y Color, en Almería - era el centro de reunión de amigos que íbamos a conversar con él, a escuchar música y a revelar pocas fotos. Paco te invitaba a café, te animaba a quedarte, nunca tenía prisa ni se impacientaba si permanecíamos demasiado rato holgazaneando mientras él atendía a los clientes. Yo, a veces, perdía allí una hora al mediodía cuando supuestamente iba a Correos a echar las cartas de mi empresa. Paco me recomendó un disco de Labordeta. Debí de oír alguna canción en la tienda y después acaso hablamos de cantautores y Paco seguro que dijo que Labordeta era uno de los grandes. Me convenció a la primera. Yo sólo sabía que el aragonés tenía un programa de viajes en la televisión nacional y recordaba vagamente que también había cantado y escrito poemas. El cedé - una recopilación - pasó a convertirse en uno de mis preferidos en cuanto lo compré. Y puedo aseguraros que tengo varios miles (nunca me he comprado un coche, una moto, ni tengo una casa, sólo un piso, y he invertido mi dinero en discos y libros). Siempre que se habla de cantautores pensamos en Aute, Serrat, Sabina, Víctor Manuel, últimamente en Ismael Serrano, pero nunca nos acordamos de destacar al viejo Labordeta. Qué injusta es la memoria. Acabo de volver a escuchar un disco -"Nueva visión"- que es un homenaje a este aragonés inmortal, con grupos y cantantes que interpretan sus temas y les ponen un aire nuevo a los campos, las casas, los paisajes que en la voz de Labordeta tanto han conseguido emocionarme. Sí, yo tengo treinta y nueve años. No he vivido la época en que Labordeta cantaba, escribía, era joven, luchador, creativo, imprescindible. He llegado tarde. Pero he tenido abuelos, he visitado sus casas en un pueblo, he dormido en colchones que se hundían y he desayunado leche en tazones altos, hondos, blancos y algo desportillados. Sólo tengo treinta y nueve años. Y el pasado no está tan lejano, no el pasado del que hablo, no del que habla Labordeta en canciones tan magistrales como "Quién te cerrará los ojos" o "La vieja", que cantada por él o - en el disco homenaje- por Paco Cuenca me emociona siempre que la oigo, siempre, me emociona y me lleva a paisajes que mis ojos han visto, han sentido, y me hace acordarme de algunas personas que ya no están y que parece que nunca han estado, que nunca han existido, en este mundo de prisas, de consumo rápido, de olvido instantáneo. Supongo que pertenezco a una generación intermedia, a caballo de dos tiempos y dos maneras de vivir y sobrevivir. Me siento triste y afortunado a la vez. Y cuando pongo un disco de Labordeta me emociono y pienso que estoy obligado a recordar.


Os recomiendo este blog, de Javier Ruiz: http://deporteria.blogspot.com/

22 mayo 2007

Ismael Grasa: Trescientos días de sol (3). Texto del autor

He encontrado en la red este texto de Ismael Grasa dedicado a Cernuda y de él extraigo esta reflexión del autor sobre la escritura:

Pienso que la literatura de hoy requiere llaneza y sentido del humor. El tono grandilocuente, las aspiraciones a pasar al cielo literario, resultan cada día, en cierto sentido, más disonantes. Cuando eran pocos los que escribían, y pocos también los que leían, como indica ese cuarenta por ciento de analfabetos españoles en la época de Cernuda, entonces, digo, era fácil que los autores se sintieran los guardadores de la llama de la literatura, los atletas que en relevos hacían llegar la lumbre sagrada hacia la posteridad. Por el contrario, es posible que todo sea hoy más inabarcable e incontrolable, y que el tono de nuestros poetas quede a menudo dislocado respecto a una realidad capitalista y su trasiego editorial, una situación de vida corriente que, precisamente por ser corriente y normal, se expresa comúnmente en prosa. No quiero decir con esto que piense que la poesía de hoy no tenga salida. Sospecho, en cambio, que hoy se escribe mejor que nunca. Y pienso que la escritura, antes que ser motivo para que se manifieste el genio que enorgullezca más tarde a su comunidad, ha de ser una expresión cotidiana y natural de un caldo desarrollado de cultura y libertades.
Esta dispersión contemporánea nos libera también de depender de los ejes geográficos y políticos tradicionales. Internet pone en ridículo la fórmula convencional de las naciones, y más cuando tratan de censurar y restringir los accesos a este bien colectivo de lo virtual, formado por individuos dispersos en el mundo. Con Internet es más fácil llegar a librarse del peso de ese Escorial con el que cargaba Cernuda en aviones y barcos.

14 mayo 2007

Carta de hermano a hermano


Me he puesto ya tres veces malo en mes y medio: del pecho. Tengo la salud muy endeble.
Pero no te escribo por eso. Es por mamá. Para contarte algo, de hermano a hermano y por escrito porque en persona no le salen a uno las palabras: sufro muchísimo por ella. Todos los días me acuerdo un montón de veces, le pido a Dios que cuide de ella cada noche, y me fastidia hasta donde no puedes imaginarte -no se lo cuento a mi mujer, ¿de qué valdría preocuparla?-que esté como está, en la cama y sin memoria y sin moverse y sin poder hacer nada por ella. La vida es una mierda. Yo esperaba que un día tendría mi casa y ella se vendría a pasar algunas temporadillas, podría darme paseos con ella y llevarla a tomar un refresco, al cine. No he podido aceptar su situación y, lo que es peor, me temo que nunca podré hacerlo. He vivido con ella y he dependido de ella, ha hecho siempre todo lo que le he pedido y de alguna manera la necesidad la voy a tener siempre, es como si fuera una parte viva de mí. Cada día pienso en cuando le llegue el momento de dejarnos, Luis, trato de prepararme, podría decirse, y no hay manera. Ayer por la mañana me desperté llorando, todavía con los ojos cerrados y llorando, recordándola como ella era cuando estaba bien, soñando con que estaba bien. Algunas noches sueño que se ha curado, que ha recuperado la memoria, que vuelve a estar como antes de la enfermedad. Me imagino que hay cosas en las que nunca voy a madurar, que no voy a ser enteramente adulto, y éstas, el cariño y la necesidad de mamá, son dos de ellas.
Te lo cuento porque has hecho mucho y bien por ella siempre y porque me acuerdo de cuando estaba malo y ella me traía un libro de la librería que yo le había apuntado en una nota, o un medicamento de la farmacia, lo que sea que le pidiera. Otros a lo mejor se casan, tienen hijos y su vida da un giro. La mía, en lo referente a mamá, no lo va a dar nunca.

Sólo quería compartir esto contigo.

Tu hermano Alfredo.



(Foto de Henri Cartier-Bresson)

10 mayo 2007

Anillos de oro


Serie escrita por Ana Diosdado, que bordaba además su papel de madre y abogada por las tardes. En el tercer episodio, "A corazón abierto", una mujer decide irse de casa, separándose del marido y dejando a dos hijas, en contra de la opinión de la menor, adolescente, que se niega a quedarse sin una madre en el hogar. Pero la mujer lo tiene muy claro, porque desde hace muchos años había pensado rehacer su vida al margen de la familia y sólo ha aguantado hasta que la hija menor cumpliera 16 años y fuese ya alguien que puede defenderse casi por sí sola. Es chocante, claro, que una mujer se vaya y no se lleve consigo a sus hijas -ah, los hijos, tantas veces mercancía con la que negociar en los divorcios-, que no aguante si, como ésta, tiene un marido rico y que le da cuanto pueda pedir. Lo que pasa es que la mujer no es una hipócrita, se niega a vivir con un hombre que sólo la quiere por lo que representa y a aguantar una situación que es una mentira social. Han pasado 24 años desde que se emitió este episodio por televisión y, como ocurre con toda obra que posee calidad, siguen sus ideas, su preguntas, sus reflexiones muy vivas, siendo muy necesarias y estando muy bien planteadas, con un perfecto contrapunto dado por la situación familiar de otro personaje, la abogada, que está a punto de dejar de ejercer por culpa de unas llamadas anónimas e insultantes que le dirigen sólo porque se ocupa de ejercer en un bufete especializado en divorcios. Siguen en pie las interpretaciones del resto de actores, empezando por Héctor Alterio, siguiendo con Imanol Arias y acabando con Nina Ferrer, joven actriz que tuvo una carrera breve y sin continuidad que seguí desde el principio con suma atención y lamento aún que se viera detenida por problemas personales que desgraciadamente parece que no tuvieron solución.


Recomiendo: la lectura de la ejemplar crítica que Ricardo Senabre firma hoy en El Cultural a propósito de la novela "La soledad del ángel de la guarda", de Raúl Guerra Garrido.

02 mayo 2007

Julian Barnes: La mesa limón


Dos ancianas conversan mientras comen, sonríen y se callan más cosas de las que dicen. Una es estadounidense y la otra inglesa. Puede parecer que el menú es corto, pero en manos de Julian Barnes se convierte en algo con variadas texturas y que es mejor comerse rápido pero sabiendo degustarlo. Las dos son viudas. Las dos saben que el marido de la otra no era lo que aparentaba. Pero no se lo dicen. Porque son amigas. Y las amigas están para ayudarse, no lo duden. El relato se sustenta en el diálogo, en breves descripciones físicas y en la ironía con que se nos muestra la cara visible y fingida y la cara real y oculta de ciertas relaciones humanas en las que todo es a la postre prescindible aunque a primera vista parezca todo lo contrario. La crítica está clara: miramos con detenimiento -pero no lo decimos - cuánto dinero tiene el que está sentado frente a nosotros, nos creemos superiores porque conocemos secretos de su vida íntima que desconoce el propio implicado -este relato es una oportuna creación en el mundo actual, lleno de programas televisivos que andan tocados del corazón-, y estimamos que somos mejores y más completos porque sabemos lidiar con las decisiones morales, en las que casi nunca fallamos, máxime cuando la autocrítica no nos parece sino una manera de perder confianza y alegría en la vida que nos queda por vivir. El relato se llama "La de cosas que sabes" y es un gran ejemplo de la prosa, el humor bien ejemplificado y la incursión en territorios muy reales que sólo los grandes escritores como Barnes manejan con tanta soltura y pueden volver tan interesantes y magníficamente transparentes.