29 enero 2008

Gonzalo Calcedo Juanes: Temporada de huracanes


Qué gran relato es "A dos mil metros de altura sobre el nivel del mar", con el que se abre este libro de un consumado autor de cuentos, uno de esos escritores que no aparecen en los medios en grandes letras pero que van construyendo un mundo narrativo perdurable y de un valor siempre en alza.
A Aurora, ciudad "demasiado introvertida, demasiado campestre", va Donatella a dictar una conferencia sobre un poeta inglés pasado de moda, como ella misma, dejando en casa a un compañero del que no está muy segura y a dos hijos de un matrimonio anterior. Pocas cosas pueden pasar en veinte páginas, pero no os quepa duda de que Calcedo cuenta de una manera actual, sensible y sugerente que deja muy a las claras su altura de gran escritor. La manera actual viene dada por una narración sin efectismos verbales, de flujo medido y ágil, que no desdeña las frases certeras y que pueden extraerse con valor individual y de cita aislada: "Donatella sacó el móvil del bolsillo, estudió los mensajes de su minúscula pantalla, cada uno un capítulo, cada uno un embuste". La manera sensible viene dada por la cercanía con que se nos cuenta la pequeña historia de Donatella, por la mirada de un narrador que la comprende, que no la estudia fríamente como a un bicho raro, sino que la escucha, que nos la acerca, que nos la hace humana. La manera sugerente viene dada por el mayor acierto del relato, sin duda, que es la inteligente opción de mostrar sólo un poco, de resolver en pinceladas temas que han de continuar vibrando en la mente del lector, que han de resolverse de alguna forma en la mente del que se acerca a saber un poco de las vicisitudes de Donatella.
Es un gran relato, un magnífico pórtico para un libro que promete buenos ratos de aprovechable lectura.


Texto recomendado: Blanca Vázquez escribe sobre la película "4 meses, 3 semanas, 2 días"

26 enero 2008

Amos Oz: La historia comienza


Alumbrar lo oscuro, dotar de vida a lo inanimado, poner una mirada tranquila en los mundos que corren acelerados, compartir experiencias como lector y como persona. "La historia comienza", del gran escritor Amos Oz, es un regalo para todos los sentidos porque ayuda a ver mejor, a sentir mejor, e incluso ayuda a recordar mejor, a sacar del recuerdo objetos e imágenes llenas de polvo, aparentemente inservibles, que gracias a la nueva mirada, más intensa, más real, con que salimos de la lectura de este libro se levantan poderosas y útiles, como le ocurre al que reza en la montaña con toda su fe o al que repasa toda su vida echado en la cama, a oscuras, mientras piensa que nunca más tendrá tiempo para revisarla y entenderla. Amos Oz es un escritor con varias novelas imprescindibles a la espalda. Este libro es también imprescindible, porque cada página es un regalo, un pequeño secreto compartido y una pequeña lección de la que brotarán nuevos lectores, nuevos escritores, nuevas miradas comprensivas y estimulantes. Fontane, Gógol, Kafka, Chéjov, Elsa Morante, García Márquez, Carver y otros presentan los inicios de algunos de sus relatos y novelas que Oz examina, escudriña y, con un estilo ágil, apto para cualquiera, convierte en pequeñas crónicas, grandes destellos, enormes platos de gran cocina literaria.

19 enero 2008

Hélène Grimaud


Porque no está todo dicho, porque podemos emocionarnos con una nueva interpretación, una nueva incursión en un mundo explorado pero aún lleno de tesoros, porque la verdad de la música se impone en las manos de los mejores intérpretes, fieles y atrevidos, porque fascina con sus manos y las expresiones de su cara, sus movimientos lentos y rítmicos en directo, tenemos que oír a Hélène Grimaud. Pianista francesa, nacida en 1969, que ha tocado junto a algunos de los grandes de la batuta -cómo me alegra que entre ellos esté mi admirado Vladimir Ashkenazy-, niña prodigio que ha atemperado la fuerza y la ha convertido en lirismo del mejor, hondo y perfecto para la evocación y la fantasía, para el encuentro y el gozo, Hélène es una de las grandes artistas de nuestro tiempo. Su último disco nos regala algunos momentos de una belleza absoluta, de un lento acercamiento a la magia de sentir y vivir que sólo el genial Beethoven pudo darnos con su mente llena de tragedia y autenticidad. El concierto nº 5 para piano y orquesta, "Emperador", vuelve a deleitarnos, a hacernos preguntas, a detenernos y mirarnos, a ahondar en nuestras vidas arrasadas por la precipitación y la levedad, a provocarnos para que el placer y la armonía vuelvan a dominarnos. Perdéos en las manos de Hélène: saldréis fortalecidos y más despiertos.

15 enero 2008

El custodio, de Rodrigo Moreno


Una película protagonizada por un custodio (escolta, guardaespaldas) de un ministro argentino que está contada con silencios, con una acertadísima inserción de ruidos ambientales - abrir y cerrar de puertas de coche, de pasos, de los walki-talkies, de la respiración del ministro mientras duerme - y una interpretación magistral de Julio Chávez, uno de los mejores actores de habla hispana, cuya figura está plenamente alejada de estereotipos: no es alto, tiene papada, poco pelo. El director basa la narración en los encuadres, todos elegidos con un criterio creativo y que hacen más profunda la historia y sitúan al espectador a veces dentro y a veces muy fuera, según se narra con cercanía o con distancia la escena. Esos encuadres perfectamente buscados y la quietud de la cámara, que en ocasiones no sigue a los personajes y espera a que vuelvan a entrar en el cuadro, no son estética, sino profunda ética: hay en la elección de cada uno, siempre, una toma de postura, una sensación que se transmite sin imponerla, una visión que jamás cae en el tópico. También encontramos dos o tres desenfoques que, al verlos, dan ganas de levantarse y aplaudir, porque en una película realista no suelen abundar, son despreciados como si se les encasillara en un tipo de cine que ha de rebosar actos raros o fantásticos y se desaprovecha así un recurso que, como todos, vale su peso en oro cuando el que lo utiliza no lo hace para destacarse ni demostrar imaginación sino para comunicar más con menos, desde lo borroso, lo desechable, lo aparentemente vacuo o incorrecto. En la película hay poco diálogo, porque el custodio es un hombre que acompaña, ve, oye y no habla apenas mientras trabaja: es un defensor sordo, ciego y mudo, en verdad, un ser al que se tolera, se desprecia, se minimiza. Pero Julio Chávez lo crea en cada silencio, lo aumenta en cada palabra, lo define con cada mirada. Y lleva la película hasta un alto grado que en ningún momento necesita el exceso, la justificación, la caracterización excesiva, la anticipación que abona al misterio y descarta la emoción limpia. "El custodio" es una película magnífica, algo minimalista -en el mejor sentido-, yo diría que existencialista y ejemplar: con un personaje de cine negro se ha puesto en pie una historia absolutamente creíble, de alta calidad, se ha evitado la mixtificación y la descalificación gratuita y creado algo que se parece mucho a los sueños más realistas, los relatos literarios más humanistas, las confesiones más ciertas. Una de esas películas que uno no olvida jamás.

09 enero 2008

Philip Glass: Metamorphosis Two


La orquesta completa está dentro de un piano, la vida entera cabe dentro de la música que genera un piano. Oyendo Metamorphosis Two, de Philip Glass, con Jeroen Van Veen ante el teclado, las sensaciones se multiplican y vuelan en torno a una sola, en círculos concéntricos, como si la felicidad fuera un único objeto y todo diera vueltas a su alrededor. Porque a mí esta música me hace feliz, cómo ocultarlo. Siempre he sido devoto de la música para piano solo y además he admirado intensamente a los compositores contemporáneos. Glass es uno de los grandes, minimalista, y sus composiciones son envolventes, llenas de sensibilidad y la magia del hallazgo profundo, que toca algo en donde no hay lugar para el pensamiento ni para la divagación, donde la música es lo más alto y perfecto. Cuando el piano despide una sola nota y los dedos acompañan por debajo con otras que parecen alzar a la primera, sostenerla en alto para que nos llegue con mayor viveza y plenitud, me relajo y a la vez noto que algo se me escapa y busca una comunicación inmaterial, acaso posthumana. ¿Cómo podría pagársele a un gran músico por componer algo tan sublime? No bastaría todo el dinero del mundo, eso lo tengo claro, y probablemente nada tenga el suficiente valor como para pagarle. Quizá el único pago es la escucha atenta, alejada del runrún cotidiano, en un rincón que no ha de ser grande ni especial, sino tan sólo un lugar momentáneamente dado a la satisfacción del sonido, la lujuria de lo inesperado, el amor de lo que se repite con deseo: es tan sensual y bella la música, es tan real que cuando escribo me pregunto tontamente si la música podrá oírme, saber que estoy aquí, escuchándola, me pregunto si la música podrá saber que me hace vivir.

02 enero 2008

En tu voz, Mireille Mathieu


Uno se enamora, por qué no, de una cantante y de una voz.
He puesto un disco de Ennio Morricone, "The gangster collection", y la primera canción me fascina. Le doy al mando a distancia una y otra vez. De la película "Sacco & Vanzetti", compuesta por Morricone y con letra de Georges Moustaki. Canta Mireille Mathieu.
La voz engancha. La voz acaricia. La voz te acompaña cuando sales a la calle a comprar el pan, te sigue por la calle, te cosquillea en el oído. La voz está en tu cerebro, en tus manos, en el ritmo al andar.
Me gusta la pronunciación francesa. Me gustan las voces de las cantantes francesas. ¿Por qué no puede ser hoy una canción lo más importante del día, de mi vida en el día de hoy?
Ah, la erre tan gutural. Gracias, Mireille. Me conmueves. Gracias, Ennio. Gracias, Georges. Y un recuerdo para Sacco y Vanzetti, a quienes no hay que olvidar.


"Maintenant Nicolas et Bart,

vous dormez au fond de nos coeurs,

vous étiez tout seuls dans la mort,

mais par elle vous vainquerez !"