12 octubre 2007

Elogio y defensa de la coma


Me he pasado varios días leyendo una novela con un lápiz al lado, cerca de la mano, corrigiendo cada vez que me encontraba una frase a la que le faltaba una o varias comas. Se nota que la traducción está hecha con prisa -no me quejo: pagan poco, los traductores están mal tratados por la industria y su situación va a peor-, pero con gusto también, y a la traductora le ha faltado tiempo para ver de nuevo las páginas y poner unas comas más por aquí y otras por allá. Me ha gustado la elección de las palabras, el ritmo de las frases, así que me parece una buena traducción. Pero faltaban comas en algún advocativo -fallo cada vez más común-, en alguna aclaración que ha de ir entre comas, en ciertas frases que empiezan con un "Cuando"... y no hay coma antes de algún pronombre. Y es que la coma es la que marca la respiración de la frase, es el pulmón de la frase, y si se suprime nos quedamos como al final de una carrera o como en una charla en que alguien te habla de la manera en que lo hacen algunos locutores, uniendo la frase que acaba con la siguiente, por mor de las prisas, y nos ahogamos, aunque asentimos y esperamos que lo afirmado tenga poca importancia. La novela pertenece al género negro y la traducción seguro que no le ha costado a la editorial tanto como la de algún pope estadounidense -aunque mejor no apostar-, por lo que los descuidos parecen menos graves, pues ya se sabe que el lector de este tipo de literatura no ama más que la acción. A mí también me gusta la acción de las palabras, la interacción, y que haya comas. Cuando leo -siempre por encima, en un gran almacén, mientras espero a que mi mujer acabe alguna compra- algún parrafo suelto de los best seller y no veo comas me digo que me están estafando -no del todo, porque nunca compro esos libros, claro-, me están quitando la salsa, el condimento esencial, la nota que marca la pausa antes de que vuelva el tema principal, el acorde perfecto. También escribo. Y amo las comas. Aclaran, señalan caminos, ordenan, enfatizan si es necesario, orillan lo inútil, les otorgan a los más acertados textos una musicalidad que podría compararse con la belleza de alguna composición chopiniana. Las comas son absolutamente necesarias, amigos, tendría que crearse una asignatura en las escuelas de letras dedicada exclusivamente a su buen uso. Saldrían escritores más profundos, más exactos, y sus libros seguro que nos elevarían.

(Foto: Partitura con una composición de Chopin)


Texto recomendado: Con una exquisita sensibilidad, nos habla Elena en su blog de Dickens y las narraciones orales.