La publicidad es el principal cáncer de nuestras sociedades desinformadas a base de exceso de información.
Los ancianos en las residencias están aparcados pero ya no hay nadie que piense en el taller de reparaciones. Como no veneramos a quienes nos veneraron, nos merecemos ir al sitio en que los aparcamos hoy y será nuestro hogar mañana.
Se educa mal a los niños. Han pasado a ser el centro de atención de la casa, de las reuniones de los adultos -que no hablan ni se miran entre sí y descargan aliviados su mirada en los movimientos de los más pequeños -, después de muchos años en que eran casi tan accesorios como el perro. Nos falta la justa medida, que podría empezar por situarles en el espacio y el tiempo como a los niños que son, ni más ni menos.
Se oye demasiado en nuestro país eso de "Son rumanos". Suena igual y ha sustituido al "Son gitanos". Ha cambiado una sola palabra, nada el desprecio.
Hay crisis: de valores, para empezar. Somos muchos los que aún no comprendemos cómo la gente más pobre, los que tienen trabajos manuales, persisten en su miedo y su voluntaria ignorancia y defienden a capa y a espada a sus patrones, a los de la derecha de este país que aún no es europea.
El miedo es libre. La ignorancia una imposición. A veces voluntaria.
El fútbol ya sólo puede verse con un ojo abierto y con otro cerrado. El cerrado recuerda momentos de mejor espectáculo. El abierto mira pero no acaba de creerse el triste espectáculo que ve.
Ahora hay que esforzarse durante treinta o cuarenta años para pagar una vivienda que, en casi todas las ciudades, más parece el panal de un avispero que un hogar. No sabemos hasta cuándo seguiremos considerándonos personas. Bueno, cuando se produzca el cambio ya nos avisarán en el telediario.
Foto: William Eggleston