Qué grandes voces las de los actores de doblaje españoles de los años cincuenta. En películas como "Ben -Hur" y "Los siete magníficos" nos encandilaban con su pronunciación clara, perfecta y muy sonora, que dotaban a las películas de mayor enjundia, de mayor veracidad. "Los diez Mandamientos" era un prodigio, y a veces volvíamos a plantarnos delante de la pantalla de televisión y seguíamos la película con los ojos cerrados. Mi amigo Juan Herrezuelo y yo hasta repetíamos algunos diálogos y casi llegamos a plantearnos en serio entrar en una escuela para aprender el oficio. Admirábamos a Steve McQueen, a Yul Brynner, por supuesto, pero también a Felipe Peña y Manuel Cano, que les ponían las voces españolas. Discutíamos incluso quién era el dueño de la mejor voz. Mi amigo Juan puso en lo más alto a Manuel Cano, lo definió como "la voz perfecta". Más adelante llegaron las películas en DVD y empezamos a oír las voces de los actores estaounidenses, a reconocerlas y a valorarlas, a identificarlas. La de Al Pacino, por ejemplo, podría señalarla yo aunque estuviera rodeada de otras mil.
Pero la voz que siempre preferí de los actores de doblaje fue la de Ernesto Aura. Quizá me ha pasado siempre con los autores de novelas y los compositores: me echan para atrás los divinos, los números uno. Siempre busco situarme al lado de los que no están en la palestra, del segundo, del tercero, del que no está tocado por los dioses. Acaso esta voluntad de seguir al que no es tan perfecto me refleje. No lo sé. Pero le decía hace años a mi amigo Herrezuelo que Manuel Cano era el mejor y aun así yo prefería a Ernesto Aura, no tan excelso pero sí más real para mí. Supongo que es como todo en la vida: uno admira sin más y luego tiene que buscar explicaciones. O será que le tengo miedo a la perfección. En cualquier caso, un enorme agradecimiento es lo que siento por todos esos magníficos actores de doblaje que llenaron mi cabeza de frases inolvidables y tonos que a veces, en noches de desvelo, se unen a las imágenes de grandes películas que admiro y admiraré siempre.