15 marzo 2010

El ejército de las sombras, de Jean-Pierre Melville

Hace algún tiempo, Martin Scorsese hablaba de que una de las influencias fundamentales para el rodaje de su triunfadora película "Infiltrados" era la de Melville, director francés al que muchos consideran un clásico indispensable e insustituible. Si veis esta película, ambientada en la segunda guerra mundial, que cuenta los avatares de un grupo de franceses adscritos a la Resistencia, tendréis la oportunidad de comprobar por qué Scorsese considera un maestro a Melville y rechaza que se le ponga a su altura (detalle de modestia verdaderamente digno de todo encomio, viniendo de quien viene ): la sutileza del francés es verdaderamente destacable, su uso de los silencios y de los espacios es impresionante, la intensidad de las escenas más importantes es sobresaliente. Aquí está la historia que muchos han querido contar y han contado a su modo - movimientos clandestinos, ajusticiamientos, nazis, heroísmo -, difícilmente a esta altura, porque esta película está hecha para durar, para vencer sin esfuerzo al paso del tiempo, tan llena de verdad, desde la dirección a los actores pasando por los decorados, que a ratos creemos estar viendo una obra de teatro: es tal la inmediatez, la verosimilitud, el compromiso. Muchas veces me planteo cómo se puede abordar desde nuestro presente el pasado, cómo narrar sin falsearlo, sin hacer pastiches, sin incurrir en la manera posmoderna de saltar hacia atrás sin red - y que cuesta caídas como la de Juan Manuel de Prada y su última novela - y no darse el batacazo. Esta película es un ejemplo a seguir, una referencia inevitable, un raro momento de adultez en la -aún- niñez de ese séptimo arte que tan necesitado está ahora de guionistas y directores valientes, singulares, que amen a las personas y sepan criticarlas sin dejar de amarlas, que respeten al espectador y le ofrezcan algo digno de ser visto con los ojos de la cara, los ojos del cerebro y los ojos del alma.