Me dice mi amigo Luis Castillo que siente vergüenza ajena al leer los datos que estos días hacen públicos algunos bancos, proclamando sus beneficios millonarios mientras los que les llevan el dinero están cada vez más endeudados y fastidiados. ¿Por qué no son solidarios y bajan las comisiones?, se pregunta Luis, si tienen tantos beneficios no debería importarles. Y además, ¿quién se queda con todo ese dinero que ganan? Va a las manos de unos pocos tipos que viven en la gloria mientras el resto tiene que atarse los machos y sufrir para seguir tirando. Es absolutamente inmoral, sentencia Luis, y a esto hemos llegado porque quienes de verdad mandan en el mundo son los banqueros. No somos ciudadanos, somos clientes. Quien no quiera verlo, allá con su miopía.
Luis prefiere que estén los socialistas en el poder -¿Has oído lo del saludo de Arriba España que se dedicaron dos políticos del PP hace poco?, tío, siguen teniendo un aura franquista que tira para atrás estos de la derecha española- , aunque no deja de ver que tratan de suavizar lo innegable sin conseguirlo: Desde que se implantó el euro, esto es un desastre, Paco, todo está disparatado, las subidas de los precios dan miedo, los redondeos acojonan. Vas a comprar comida y vuelves apesadumbrado. Los tomates no saben a tomate, las patatas no saben a patata, todos los sabores parecen huidos, pero todo cuesta una barbaridad. Luis es más bien anarquista, así que analiza siempre con un poco de rabia y de desconfianza lo que ocurre en nuestra sociedad, pero tengo que darle la razón cuando dice que nos hemos deshumanizado tanto, nos hemos idiotizado tanto -Mientras a la gente no le quiten su cochecito, la salidita del domingo y el dinerillo para las cervezas y las tapas nadie verá que esto va para atrás, que esto está chungo, Paco- que ya no vemos ni oímos ni, por supuesto, sabemos unirnos para protestar y hacernos oír. Los que mantienen a un país son los de abajo, pero nunca han importado y nunca importarán. Mira, Paco, el capitalismo es aborrecible, el supercapitalismo es denigrante y el hipercapitalismo que soportamos es criminal. Las crisis como ésta están orquestadas, teledirigidas, controladas como si se soltara cuerda y se dejara que estuviera tensa hasta que interese recoger y destensar, brindar un poquito de calma y de felicidad amañada, fugaz, de espejismos que muy veían gente como el Mersault de Albert Camus. Unos por cabrones y otros por idiotas, cada vez me decepciona más el personal y puedo decirte, Paco, que no voy a caer en el nihilismo pero cada vez estoy más convencido de que el ser humano es un capullo vanidoso y sin moral que merece muy poco la pena. Protesto, pero Luis me dice que le deje acabar: Como tantos otros, acabaré viviendo solo, acompañado de un perro, que es el ser más noble de la creación, el más inteligente, el más transparente y fiable, Paco. Nunca un buen perro muerde la mano que le da de comer, nunca huye si tiene que defender a quien quiere, nunca le olvida y hasta puede morir de pena cuando quien vivió a su lado fallece. Esta mañana, Paco, me voy a la biblioteca a leer algún libro sobre los perros y su mundo. Y se lo recomiendo al resto de la humanidad.
Foto: Sergio Larrain
Foto: Sergio Larrain