05 enero 2007

Rafael Chirbes: "El novelista perplejo"

Medita este autor - sin duda uno de los más importantes de la narrativa española de los últimos años - sobre la validez y la vigencia de la novela en el primer escrito de este libro. Menciona a Edurado Mendoza, que hace algunos años lanzó la famosa afirmación de que la novela era un género muerto, lo que le valió una buena publicidad para la obra que publicaba en ese momento, de las crisis de valores de otras épocas y lugares, de la generación del 50, entre la que está el recientemente redescubierto Ramiro Pinilla, y concluye que no hubo ningún tiempo en que los valores no estuveran en crisis y "Cada época produce su propia injusticia y necesita su propia investigación, su propia acta." Motivos para seguir escribiendo, sin ninguna duda. Porque, como Chirbes, yo también creo que la escritura aporta al autor y a sus lectores "una dosis de consuelo, tal vez; pero, sobre todo, una irrefrenable voluntad de conocimiento". No puede competir la novela contra los fuegos artificiales del cine y la televisión, no posee su inmediatez ni su capacidad de emocionar colectivamente y al unísono, pero aun así, en el silencio necesario para la lectura, se producen otras emociones y otros descubrimientos que nada puede igualar. Sí, como apunta Chirbes, las grandes novelas influyen a medio o largo plazo, cambian nuestra manera de ver la realidad, abren ventanitas desde las que mirar con ojos limpios y, además, levantan acta de lo que el escritor vio, sintió, padeció como ser individual y también inserto en una sociedad. Novela, invención, documento, respuestas y tantas preguntas hechas y aún por hacerse.