01 junio 2010

Hasta siempre

Gracias por todo, amigos. Fue un placer editar este blog y compartir lecturas con todos vosotros.

Nos vemos aquí.

31 mayo 2010

Patrick Mcgrath: Trauma

Sobresaliente novela de un autor que crea mundos que inquietan y que sabe entrar en los miedos y las pasiones del cerebro humano como pocos, "Trauma" es una novela que está brillantemente escrita y que cuenta por sustracción, de una manera a ratos lírica y siempre atenta al ritmo y a la cadencia que también hallamos en "Luna de lobos", de Julio Llamazares, con cortos períodos y una vertebración encadenada de las secuencias que responde perfectamente a la demanda de un estilo acorde con los tiempos fragmentarios y sin certezas absolutas que vivimos. Un psiquiatra, su hermano -con el que se lleva mal-, su ex esposa, una amante, una hija a la que ve menos de lo que quisiera, un paciente que se suicidó quizá por la falta de tacto y de profundización en su trauma . Mcgrath está cerca de firmar una obra absolutamente mayor pero quizá al final nos lleva a un callejón sin salida y riza el rizo centrándolo todo en los traumas y deja a un lado la esencia de la novela, que está en la mostración cuidada y sabia de los sentimientos de los personajes, tan sabia y delicada que yo pocas veces he visto tanta verdad y tanta humanidad expuestas en una novela, en un libro de ficción.

24 mayo 2010

Carolina Molina: Última noche en Granada (reseña en La Biblioteca Imaginaria)

Francisco Ortiz ((Ugíjar, Granada, 1967), es un escritor silencioso al que no le importa esperar para conseguir su objetivo. No busca la fama, ni los premios. Y todo ello lo demuestra con la frase de Dostoievski “Y no venderá su alma ni trocará su libertad moral por la comodidad.”


Este escritor granadino, querido en su tierra, es capaz de leerse al maestro ruso a dos manos. Y mientras esto sucede no olvida su otra pasión, la fotografía, que le sirve a veces para concretar imágenes para sus historias que sabe narrar con un estilo particular, certero, pulcro y esforzado.


“Ultima noche en Granada” es la historia de Luis Castillo un ex policía que un mal día tuvo que enfrentarse al dilema de matar o no matar. El disparo de su pistola acabó con la vida de un delincuente pero también la de aquel policía sin vocación, hijo de un antiguo falangista enriquecido. Se refugió en la monótona existencia de un vigilante nocturno y allí, resguardado por la noche esperó a que sus propios fantasmas lo encontraran. Y lo encontraron.


Francisco Ortiz usa distintos registros, lo cual no es fácil al contar una historia. Se le nota ávido de utilizar estilos que esfuercen al lector a una reflexión. ¿Puedes haber matado a un hombre y no saber por qué lo has hecho?, nos pregunta. ¿Puedes seguir pensando después que no eres una mala persona?


Ortiz se ayuda por largas escenas de diálogos, todas ellas tan reales, que parecen tomadas de nuestra propia vida. Perfila con delicadeza a sus personajes y los matiza con sus gestos cotidianos.


Granada surge de cada escena, atravesada por sus personajes pero no nos parece que sea ésta la última noche en Granada para Francisco Ortiz, al que le auguramos un futuro interesante en la actividad literaria de todas las noches y los días de esta, su ciudad.


Los blogs de Francisco Ortiz:


http://novelanegraycinenegro.blogspot.com/


http://francisco-ortiz.blogspot.com/


Carolina Molina



La Biblioteca Imaginaria

15 mayo 2010

Entrevista (Carolina Molina)

Esta es la entrevista que apareció en El Heraldo del Henares:



"Creo en el relato, pero no lo enfrento a la novela"

Francisco Ortiz



Entrevista de Carolina Molina.



Francisco Ortiz (Ugíjar, Granada, 1967) es un escritor que con paso firme está construyéndose su propio camino en el mundo de la literatura. Sus relatos han aparecido en distintas antologías y edita su propio blog dedicado a la Novela negra y el Cine negro. Pero ahora, da un paso más allá y publica su primera novela, Última noche en Granada (Mira editores) con la que demuestra que es capaz de hacer mucho más y que está dispuesto a demostrárnoslo.



En esta entrevista concedida a El Heraldo del Henares, Ortiz habla de su novela y de sí mismo.

EHH- Francisco: Ultima noche en Granada ¿en qué género literario la encuadrarías?

FRANCISCO ORTIZ: No creo que pueda encuadrarse en el que parece más fácil: la novela negra. Porque hay al menos dos capítulos -los más largos y más literarios del libro- que responden a otros intereses: el diálogo teatral y la indagación psicológica. Además, tiene una parte importante de indagación existencial (me he formado como escritor leyendo a Sartre y a Camus, no puedo olvidarlo). Así que es difícil ponerle una sola etiqueta. Salio, eso sí, y se está vendiendo como una novela negra.

EHH: Hay una gran proyección del personaje protagonista. El estilo es intimista y contado en primera persona, son casi unas reflexiones sobre la vida y la muerte.

FRANCISCO ORTIZ: Claro. Si alguna influencia tiene la voz del libro es la de algunos narradores que he encontrado en novelas de Dostoievski, el autor al que más admiro y al que con más atención leo. Esos narradores que se interrogan sobre su vida, sus acciones, sus carencias, sus miedos, su situación en la sociedad en la que han nacido y crecido.

EHH-¿Quién es Luis Castillo, el protagonista?

FRANCISCO ORTIZ: Un personaje que le debe más a la vida real que a las novelas, a la ficción. No ha surgido de mis lecturas, sino de la calle, de las conversaciones íntimas y los secretos contados en lugares propicios. Creo que todo cuanto dice y vive es perfectamente creíble y cuenta una historia que podría haberle ocurrido al vecino de la puerta de al lado.

EHH.-Tu personaje busca la verdad sobre sí mismo, se analiza, se reprocha sus acciones, sin embargo es una persona aparentemente fría y distante. Es un hombre de sentimientos extremos. ¿Cómo juega esta disociación en la novela? ¿Te inspiraste en alguna persona real para enfrentarte al personaje de Castillo?

FRANCISCO ORTIZ: No creo que Luis Castillo sea frío. El que es frío no se cuestiona sus errores, no se reprocha nada. Actúa y no se para a ver las consecuencias de lo hecho, asume y olvida de inmediato. Lo que le ocurre a Luis Castillo es que está en un callejón sin salida, que ha sido un inocente y no ha percibido la trama que mueve al mundo, esa maraña de intereses en los que se empiece por desear el poder y se acaba por matar a quien se ponga en medio de lo que desea conseguirse.

Él ha sido un peón más o menos inconsciente en un ajuste de cuentas y sólo con el paso del tiempo y la distancia física necesaria va dándose cuenta de quién es en verdad, qué cree, en quién y en qué cree. Con mucha gracia, su compañera le dice “Mi Luis, el anarquista”.

Pero es hijo de un fascista que se enriqueció durante el franquismo, es un ex policía sin vocación, un pasivo que no ve que el tiempo pasa irremediablemente. Por fortuna, su compañera, más realista y vital, le va trayendo de vuelta y lo pone a este lado del espejo.

EHH-¿Cuál fue tu método de trabajo previo a la novela? ¿Te documentaste para recrear el mundo policial?

FRANCISCO ORTIZ: No me interesan las técnicas policiales, aunque las conozco bien, y no leo apenas novelas protagonizadas por policías. Me he documentado preguntándoles a dos policías, es verdad, pero solo para no cometer errores imperdonables. Tenía la historia en la cabeza, sabía a dónde quería llegar con ella, y apenas me moví del guión mental.

Apenas tomé notas y la escribí pausadamente, en Almería y en Granada, en cuartos y en balcones y en terrazas y donde se presentaba la ocasión. Lo más importante para mí de una novela es la labor de poda que hay que llevar a cabo con los borradores: quitas tantas tonterías y tantas equivocaciones que cuando mandas la novela por ahí, para que se lea, lo haces con una humildad sanísima.

EHH.-Los diálogos entre Luis y Beatriz, su novia, son muy reales, lo mismo ocurre con los que mantiene Luis con su amigo Pedro, el policía. Eres un gran observador del carácter humano, parece que fotografíes a los personajes. Sin duda es debido a tu vocación de fotógrafo. ¿Hasta qué punto se relacionan tus dos vocaciones, la literatura y la fotografía?

FRANCISCO ORTIZ: Procuro que no tengan relación ninguna. Si escribo, no hago fotos ni en los cumpleaños. Y si me dedico una temporada a fotografiar no leo libros de ficción. Puede parecer, por la manera de presentar la historia de manera parcelada y continuamente interrumpida por espacios en blanco entre los párrafos, que escribo con fotografías en la cabeza, uniendo imágenes mediante palabras, pero esto es anterior a mis trabajos fotográficos y obedece a un instinto por el que me dejo llevar y refleja mi visión de la realidad en el siglo XXI, tan fragmentada, creíble solo sumando detalles, uniendo fragmentos, dando saltos hacia delante y hacia atrás continuamente, observando ya no en conjunto, como Balzac, sino lo más cercano, lo que se domina, lo que está casi en nuestras narices.  

EHH. -Respecto al estilo utilizado juegas a intercalar largos diálogos con párrafos dominados por la reflexión. ¿Piensas que el estilo es más importante que la historia o la historia más importante que el estilo?

FRANCISCO ORTIZ: Yo me traigo a casa libros que me deslumbran por el estilo, que ante todo están bien escritos, sin profusión de frases hechas y cuidando con mimo el lenguaje. Me deslumbran autores actuales como Javier Marías y John Banville, pocas veces he repasado tanto las páginas de un libro como las de “Luna de lobos” de Julio Llamazares.

Pero me gusta que el estilo esté aplicado a la historia que se cuenta, que se vuelva indisociable, que no se convierta en fuegos de artificio, en vehículo de lucimiento. Leyendo a Mario Benedetti, a Ernesto Sábato, uno se cura de todo deseo de exceso y rimbombancia y puede observar cómo se ha de ajustar lo que se cuenta con cómo se cuenta.

EHH-Háblanos de tu faceta como cuentista. Tus relatos han aparecido en antologías como Narrativa actual almeriense o Microrrelato en Andalucía. ¿Cómo surgió tu interés por el cuento y qué esperas de él?

FRANCISCO ORTIZ: Quizá nunca he pensado en serio más que en las novelas, pero aun así tengo un libro de cuentos breves que he acabado hace poco y espero que pueda publicarse dentro de no demasiado tiempo. Creo en el relato, pero no peleo por su valía, su vigor, ni lo enfrento a la novela ni a nada de nada, como hacen ahora muchos practicantes que quieren alzarse tirando obstáculos que sólo ellos ven.

Los grandes escritores se han valido siempre de la forma y han plasmado en más o menos palabras sus historias según tuvieran que decir y contar más o menos. Eso es todo. Cuando escribo un cuento es sabiendo que hay una imagen, dos o tres, una par de ideas, y a veces algo perentorio, algo que solo puede decirse de golpe, como cuando recibes una noticia que te afecta mucho y tienes que contársela a un ser querido rápidamente. Ese es mi método.

EHH-¿Cómo ves el panorama literario del relato corto? ¿Qué crees que se podría hacer para mejorarlo?

FRANCISCO ORTIZ: Leer más a autores como Raúl Ariza y Miguel Sanfeliú y olvidarse un rato de mucho consagrado por los medios que no aporta nada nuevo y no conmueve más que a un grupo de incondicionales del relato que además, como puede verse en ciertas actividades blogueras, solo quieren llevar adelante proyectos personales buscando amparo en famosos y en detentadores del poder. Y digo bien: detentadores.  

EHH.-Has editado tu propio blog de novela negra Novela negra y Cine negro. En él incluyes un lema de Dostoievski: “Y no venderá su alma ni trocará su libertad moral por la comodidad.” ¿Es éste tu objetivo en la literatura?

FRANCISCO ORTIZ: También lo tengo en el pórtico del otro blog en el que escribo, “En la Aurora”, que prefiero al de novela negra aunque sea menos conocido. No me importa no publicar nunca en grandes editoriales, no me importa si no venden nunca muchísimos ejemplares de mis libros (si hay más), no me importa no ser nunca muy conocido. Escribo para unos pocos, a los que les hablo ofreciéndoles algunas preguntas que intento que sean más afiladas y más útiles cada vez. No me importan los premios, no me importa no tener una imagen pública, no salir nunca en televisión. Si tengo que decir alguna cosa, la digo y procuro que sea con pasión y con plena convicción. Lo demás no me conmueve ni me apremia.

EHH-¿Estás satisfecho de la acogida de este blog? Cuéntanos cómo surgió la idea de elaborarlo.

FRANCISCO ORTIZ: Surgió para apoyar el blog de un amigo que tenía uno de antes, para mandarle lectores que yo pudiera ganar con el mío. Pero como siempre he sido lector de novela negra, no me quedé ahí y he hablado en él de los autores más representativos y de las novelas que considero fundamentales dentro del género. Pero me he cuidado también de no encerrarme en una habitación sin ventanas y de cuando en cuando hablo de libros como "Las ciegas hormigas" de Ramiro Pinilla, para oxigenar y no volver fanáticos a mis lectores. En el otro blog hablo de todo y dejo caer escritos más personales también.  

EHH.-¿Y respecto a la fotografía? ¿Es un pasatiempo o te dedicas a ella profesionalmente?

FRANCISCO ORTIZ: Nunca me dedicaría profesionalmente a la fotografía ni a la literatura. No me gustaría convertir en mi oficio algo a lo que sólo me acerco cuando tengo algo que decir o sobre lo que meditar.
 
EHH-¿Qué tienes ahora mismo entre manos?

FRANCISCO ORTIZ: Lo que más me importa: una lectura apasionante, un libro con el que llevo un mes: una novela de Dostoievski de la que he ido juntando cuatro ediciones y cuatro traducciones y que confronto y leo sin ninguna prisa, dedicándole mucho tiempo, para ir acercándome todo lo posible a las meditaciones que el gran autor ruso (lástima de mis limitaciones con los idiomas) quería acercarnos con su obra.

Y escribo, claro. Y paso todo el tiempo que puedo leyendo a algunos creadores que tienen blogs interesantísimos y de los que aprendo muchísimo, como Francisco Machuca o Herminia Luque.

08 mayo 2010

Entrevista en El heraldo del Henares

La escritora Carolina Molina me planteó unas preguntas muy interesantes en una charla en la que tuve la ocasión de hablar de asuntos que me interesan y que quizá puedan interesaros.

Aquí tenéis la entrevista.

30 abril 2010

William Faulkner: Santuario (2). Muerto sin apellido.

Es absolutamente magistral cómo narra Faulkner las horas que pasa Temple, la chica delgada, atractiva y débil a la que ha llevado a la casa en el campo el bebedor Gowan Stevens, horas de acecho de los hombres que quieren algo que todos imaginamos. Consigue pasar indemne una noche, y pasa miedo mirando a una rata que también la acecha, que chilla ante ella también acosándola. No la daña la rata, pero lo inevitable siempre llega, y Popeye, uno de esos hombres, le dispara al único que se ha dignado a protegerla y lo mata con una pequeña pistola que siempre lleva en el bolsillo de su chaqueta. El estilo único, lleno de aciertos y de concreción pese a lo que pueda parecer en la superficie de Faulkner brilla con toda su fuerza en el siguiente párrafo:

Un corrillo permaneció todo el día a la puerta de la sala del empresario de pompas fúnebres; muchachos y jóvenes con libros de texto o sin ellos se inclinaban con narices achatadas contra el cristal; los más audaces y los jóvenes de la ciudad entraban por parejas o en grupos de a tres a ver al hombre llamado Tommy. Éste yacía sobre una mesa de madera, descalzo, los cabellos blanqueados por el sol, apelmazados de sangre reseca en la parte posterior de su cabeza y cubiertos de polvo, mientras que el forense se sentaba junto a él tratando de averiguar su apellido. Pero nadie lo sabía, ni aun los que le habían conocido durante quince años por el campo, ni los comerciantes que le habían visto con frecuencia los sábados en la ciudad, descalzo, sin sombrero, con su mirada extática y vacía y su mejilla hundida inocentemente por el esfuerzo que ponía en pronunciar un término difícil."

No sobra nada, no hay nada excesivo, es prosa de la máxima calidad, escrita con la máxima sensibilidad, con la descripción justa y necesaria. La de un escritor que visualiza y transcribe como si fuera absolutamente real todo lo que luego podemos leer en sus libros.

22 abril 2010

William Faulkner: Santuario (1). Epifanía.

La fuerza de la prosa de Faulkner es algo que no voy yo a descubrir a estas alturas: hay narración pero también, en ciertas frases y en muchos pasajes, una acentuación que rebasa lo puramente narrativo y es como si las páginas del gran autor estadounidense se llenaran de epifanías. Vemos cosas que están y no están en las palabras elegidas, en las imágenes propuestas, y que necesitan para ser completas la experiencia del lector -lógicamente- e igualmente una disposición especial, una apertura de mente que en ocasiones aleja a algunos de unas obras singulares, irrepetibles. Faulkner no es que exija esfuerzo, sino que pide concentración, abandono, deseo de asombro y descubrimiento. "Santuario" es un libro en el que lo esperable no sucede, lo sabido no destella, lo inevitable se escapa entre las manos y entre los ojos. Pocas veces encontrarnos unas escenas tan intensas, profundas, llenas de honda literatura-sea esto lo que sea: epifanías-. Hay una escena al principio, cuando un hombre, Gowan Stevens, que busca emborracharse por tercera vez en el mismo día, lleva a una casa perdida en el campo a su amiga Temple y y la deja sola mientras trata de conseguir el licor: estupefacta, atemorizada y dolorida tras un accidente con el coche que conducía Stevens, ella está en la casa extraña y la embargan sensaciones que Faulkner describe con imágenes inesperadas, epifánicas: "En el pasillo se había hecho todavía más oscuro. Ella se quedó sobre la punta de los pies, escuchando, pensando: tengo hambre, no he comido nada en todo el día. Pensando en la escuela, las ventanas encendidas, las lentas parejas marchando hacia el sonido del timbre de la cena; y en su padre, sentado en el portal de la casa, con los pies en la barandilla, mirando al negro que se halla cortando el césped." Allí está ella, llena de temor, pero a su cabeza lo que viene es la imagen reposada de su padre, y sabemos que es algo deliberado, que Faulkner da una pista, muestra indicios, narra sabiendo muy bien lo que se hace. El lector apresurado, el lector perezoso no ve nada más, se salta estos pasajes y corre detrás de la acción, de lo que lo va a emocionar con imágenes claras, contundentes, fáciles de ver. Quizás haya que esperar a la relectura, o aflojar el ritmo: entonces la novela es como un pastel de mil sabores, sorprendentes todos, bien engarzados y disueltos, un goce para los sentidos.