24 febrero 2010

Anne Tyler: Ejercicios respiratorios (1). El ritmo de la vida, de la propia vida

Es muy difícil hallarle sentido a la vida. Y es muy difícil hallar el ritmo de la vida. Y enormemente difícil hallar la manera de contarlo después de encontrarle sentido a la vida, de palpitar al unísono con el ritmo de la vida. Y sin embargo esa es la sensación que uno tiene cuando lee algunas -pocas- grandes novelas que hablan de la vida, de su ritmo con materiales que nos recuerdan a la vida y su ritmo. Anne Tyler logra esta proeza en las mejores páginas de "Ejercicios respiratorios", libro en el que viajamos junto a una pareja que va asistir al entierro del marido de la mejor amiga de ella. Ya el primer capítulo me parece que es sobresaliente, con esa mujer algo atolondrada que trabaja en una residencia de ancianos y está casada con un hombre que la trata con una sutil displicencia, como todos lo que la conocen. Enfadada, se baja del coche y en menos de media hora planea una nueva vida en otro lugar, con otras gentes, alejada de su marido y de los suyos, de una manera que le resulta plausible y creíble, no una locura, no un calentamiento de la (sin)razón, no una afrenta a la realidad, a su realidad. Anne Tyler narra de una manera perfecta: hay una cercanía que no empalaga, un humor que no caricaturiza, un ritmo que no empuja ni adormece, justo: el ritmo de la vida.

17 febrero 2010

La crisis

Mi amigo Luis Castillo me dice que esto de las crisis es una excusa detrás de otra.
-Vamos a ver. Si la crisis es culpa de los bancos y de los inversores que se metieron donde no debían y perdieron un montón de dinero que no han sabido recuperar, pero que ha ido a parar de la mano de unas empresas a la mano de otras, porque está claro que no ha ido a parar a la de los trabajadores, lo que ocurre sencillamente es que ese dinero no lo tienen unas empresas y lo tienen otras que lo han amarrado en corto, no lo sueltan y está en manos de unos pocos, ¿no?
-Pues será así, Luis.
- Hombre, yo no entiendo nada de economía, pero veo más lógico no apretarle el cinturón al trabajador y obligar a esas empresas a mover, a soltar el dinero.
-Eso no es tan fácil, Luis. Se nota que de economía no entiendes, no.
-Ah. ¿Y qué han hecho los que entienden de economía para solucionar el problema?
-Poca cosa práctica, es verdad.
-¿Circula más dinero? ¿Se mueve? ¿Se ha dado algún paso adelante? ¿O sólo sigue hablándose de miedo, de atarse el cinturón, de retrasar la edad de jubilación, de despido libre y de más gente en el paro?
-Bueno. Es así, sí.
-¿Y qué me diferencia a mí de los entendidos en economía? ¿Qué han conseguido ellos más que yo, que no entiendo nada de nada?
-Bueno, puede que tengas razón.
-Una excusa detrás de otra.


Foto: Eugene Smith

13 febrero 2010

El fútbol da esto

Me dice mi amigo Luis Castillo que con esto del invento del villarato y de las ayudas arbitrales a un solo club, en este caso el Barcelona, la prensa deportiva -y no deportiva- de Madrid se está pasando y haciéndole un flaco favor al aficionado madridista. Le pregunto por qué. Dice Luis que, primero, le parece una tontería que un equipo grande incurra en el victimismo -Ay, los ricos también lloran, y no nos dan nunca pena, apostilla-, más si en el pasado de ese club ha habido tanto y bueno recibido por parte del estamento arbitral. Lo segundo que le fastidia es que utilice un periódico que pertenece a un grupo de izquierdas una táctica que últimamente ha utilizado tan machaconamente, en el ámbito político, un periódico de derechas para insistir hasta la saciedad en teorías conspirativas con que arañarle votos y credibilidad al gobierno socialista. Es poco inteligente utilizar las artimañas que el contrincante ha usado hasta hace poco. Pero eso es política, Luis, opongo. Y él me dice: Intereses, Paco, ventas, dinero, poder: todo es lo mismo. Y acaba diciendo que le enfada encontrarse con amigos madridistas y no hablar nunca de fútbol, pues sus amigos están cabreados, sofocados, entristecidos. Es jodido, Paco, son aficionados del club con el mejor pasado del mundo y están entristecidos, no hablan de fútbol sino de árbitros, se han convertido en detectives de salón y miran con lupa todas las jugadas del equipo rival y no disfrutan con el juego de su propio equipo. Flaco favor les hace esa prensa que no presiona para que el Madrid juegue mejor, dé más espectáculo, sea su propia referencia, camine siempre alegre y en busca del triunfo. Los han convertido en seres tristes, arriscados, y los que se dejan influenciar mucho se pelean en seguida si les dices que actualmente juega mejor el Barça, que tiene a varios jugadores que son unos artistas, porque de inmediato se les pone la cara triste y con voz belicosa arguyen que en tal partido el árbitro se equivocó en un fuera de juego, en tal otro no ha valorado como expulsión una jugada peligrosa. Y así siguen un buen rato. No hablan de qué bonita jugada realizó su delantero o su centrocampista, qué buena parada su portero: nada. Esto es como en la política, Paco, valemos lo que valemos porque le quitamos valor al contrario, no porque en verdad sirvamos nosotros mismos para lo que sea. Es muy triste. Y así, se habla más aún del Barça que del Madrid entre los propios aficionados madridistas, se mide el sentido de las cosas por la suma de errores y no por la belleza de los actos ni el orgullo de lo bien hecho. Es muy triste. Es el panorama actual en nuestro país, así lo veo yo, Paco: no vale la verdad, priman los intereses y prima el deseo de ser el más listo, el que más vende, el que tiene siempre la razón. Y los que estamos un pasito atrás y vemos con un poco de distancia sentimos pena al observar las actitudes ruines y nada constructivas y pensamos que esto es el fútbol, esto es la política, y así nos luce el pelo.


Foto: Ramón Masats

11 febrero 2010

Josefina R. Aldecoa: Fiebre


Así se llama el primer relato de este volumen de cuentos tan recomendable y tan útil, que habla de la gente normal y de sus preocupaciones normales, humanas. Sin duda, es este el tipo de literatura que prefiero -y no me olvido de que escribo en un blog sobre novela negra-, porque habla de la gente sencilla, de las inquietudes de la vida cotidiana, de lo que nos pasa a cualquiera, de lo que puede pasarnos. Es la literatura llamada realista, que en manos de esta autora no es ramplona, no es unidimensional, no es aburrida ni un espejo en el camino tan sólo. En Aldecoa vibran las enseñanzas de los mejores cuentistas, con Hemingway a la cabeza, y en su exactitud verbal e imaginativa, en su frase medida y tan bien adjetivada -ese adjetivo que aporta luz, que aporta profundidad y sirve para que las imágenes y las ideas nos lleguen vivas y plenas-, vemos una claridad expositiva y una aparente transparencia que no es sino el entrante sabroso que deja detrás, pero visible, la otra lectura posible, la complementaria, la de las cosas no dichas, que están y no están, que se ven y no se ven a un tiempo. "Fiebre" es un relato de madurez, esa feliz época en que el escritor sabio se despoja y cuenta yendo a lo esencial, desterrando los adornos que no sirven más que para la floritura y el reconocimiento de la habilidad y el oficio por parte de los compañeros de profesión que siempre creen que más es mejor. "Fiebre" es un relato breve, austero, veraz y duro en que una mujer recuerda a su madre y se enfrenta a sí misma ahora que ella también es madre. Es un cuento triste, hermoso y diáfano como una mañana de diciembre tras varios días de lluvia: todo lo que nos llama está al otro lado de la ventana y nosotros nos sentimos muy a gusto mirando, cobijados bajo las mantas, pensando y notando que el reloj avanza imparable y todas las obligaciones nos reclaman. En ese breve espacio, en ese interludio, se desarrolla la historia de "Fiebre".