22 diciembre 2007

Juan García Hortelano: Riánsares y el fascista


Este relato está incluido en su libro "Gente de Madrid" y podéis encontrarlo en la edición de los "Cuentos completos" de García Hortelano. Es un relato largo, una nouvelle, ambientada en los años de la guerra civil, en Madrid, y aparecen en él algunos niños, varias criadas y un fugitivo cobijado en una cueva. Los niños quieren entrar para apresarlo, pues se rumorea que es un fascista. Entre disputas, discusiones sobre la jefatura de la banda y la posible utilización de una bomba que tienen guardada, los niños viven en esa realidad animada por la fantasía que es la primera adolescencia y sueñan con hazañas y reconocimiento. Pero también se entretienen con las criadas, a las que les pellizcan el culo y a las que acarician de manera furtiva cuando ellas también desean ser acariciadas y consienten y hasta proponen. Riánsares es una de las criadas de la casa del narrador, un niño que admira a su abuela, roja entre fascistas - el padre, la madre, el abuelo del niño- que oyen por la noche la radio deseando el triunfo de los nacionales.
La adecuación de la voz narradora, que conserva la vivacidad para transmitir los descubrimientos del adolescente, sus miedos y sus silencios transidos de dudas y abismados por la falta de palabras con que comunicar lo que piensa y siente, el perfecto tempo del relato, atento a todo lo necesario para hacer creíble y crecientemente real la historia, mueven a la emoción y a una atención que pocas veces en otros relatos descubriremos. Y es que García Hortelano trabaja con una maestría sencilla que alza un edificio de absoluta credibilidad, de una sinceridad apabullante, de una honestidad difícilmente resistible. Creo que es "Riánsares y el fascista" uno de los mejores textos escritos en nuestro país, uno de esos logros mayores que aparecen muy de vez en cuando, en los que todo casa, todo funciona, todo está en su sitio y en su justa medida: incluso las ideas, la voluntad política del autor, que es una propuesta y no una sesgada interpretación de la realidad, lo que le procura la posibilidad de eludir la gangrena del tiempo, la disolución. Hora es de recordar a Juan García Hortelano, de celebrarlo, pues nunca estuvo por debajo de los escritores del boom latinoamericano -con los que coexistió-, no es inferior a los Onetti, Vargas Llosa, Cortázar, Sábato, Rulfo, tampoco a los Marsé, Goytisolo, Matute, Benet -escritores grandes y jamás ensalzados como se merecen-, y además nos dejó varias novelas que son verdaderos hitos de la lengua española, textos que no dejan de de ganar en importancia a los ojos de los estudiosos de la literatura pero también a los de los historiadores y de los que quieren saber qué ocurrió un día en nuestro cercano y aún palpitante pasado.

19 diciembre 2007

Axelle Red: A Quoi Ça Sert -



La canción de la película "Le cousin", de Alain Corneau.

12 diciembre 2007

Carmelo Bernaola


Le debo al gran Carmelo Bernaola la alegría que me embargaba al oír la música inicial de aquella serie dedicada al policía Plinio y que vi en una reposición hace algunos años. La protagonizaban Antonio Casal y Alfonso del Real (qué grandes actores daba ya entonces nuestro país), y es de esas series modestas pero muy bien realizadas a que nos tenía acostumbrados TVE en algunas épocas pretéritas y que acaso no volverán jamás. Contaba con la dirección de Antonio Giménez-Rico, acertada y brillantemente ampulosa en algunos momentos, y la fotografía de José Luis Alcaine, viva y exacta. Sonaban los primeros compases y ya estaba yo dentro de aquellas historias, como me ocurrió con la sintonía de otra inolvidable serie que de niño vimos casi todos los españoles, Curro Jiménez, y que le debemos a Waldo de los Ríos (qué nudo se me hacía en la garganta apenas empezaba a sonar, porque me avisaba de que se acababa el fin de semana, ese espacio temporal que es la felicidad de un niño de diez o doce años). Escucho ahora, mientras escribo, cuatro composiciones de Carmelo Bernaola, incluidas en un disco que le dedicó el sello RTVE, y que nada tienen que ver con la música para el cine. Heterofonías, la Sinfonía en Do, Nostálgico y ¡Tierra! están llenas de música del siglo XX, arriesgada y diferente, vanguardista, sin acordes bellos ni melodías que suben el ánimo, pero que constituyen un conjunto de una coherencia, una capacidad inventiva y un conocimiento musical admirable. Sumémosle que no se trata de obras para el gran gusto, que son a la música lo que algunas obras de Juan Goytisolo a la literatura, experimentales, en pos de nuevos caminos, y sabremos por qué no son tan conocidas como se merecen. En las programaciones de música clásica no las hallaréis - el empeño en dar lo agradable para el oído, insistir en los Mozart, Chaikovski, Beethoven, Schubert es descorazonador -, pero os animo a degustarlas una tarde o una noche en que la mente os fluya inquieta, el alma quiera escaparse de su oculto rincón y vuestra voluntad esté encallada entre dos o mil decisiones por tomar. Esta música les hablará a vuestra mente, vuestra alma y vuestra voluntad como una amiga íntima e irremplazable.

05 diciembre 2007

Alice Munro: Odio, amistad, noviazgo, amor, matrimonio


Uno abre un libro, ve algunas palabras, elige un cuento para empezar la lectura y a veces se queda deslumbrado, atrapado, ya abierto admirador de alguien. Alice Munro no es para mí una desconocida: tengo su libro "Amistad de juventud" desde el año 1994. Pero hasta hoy no he sentido el deseo de escribir sobre ella, hasta que he leído su relato "Poste y viga". Sé que su final resulta discutible, demasiado ambiguo quizá, o demasiado concreto, según se mire. A muchos este tipo de historias les resultará demasiado visto, sobre todo a los devoradores de páginas de Carver y sus derivados. Incluso a algunos les traerá al fresco que una canadiense nos hable de pequeñas y domésticas historias de hombres y mujeres casados, separados, que se aman sin decírselo o se lo dicen tarde y mal. Allá ellos. Ellos se lo pierden.
En "Poste y viga" hay literatura de la mejor, de la más sincera, de la más creíble, de la más cercana. Munro tiene un talento inigualable para narrar en tercera persona y mostrarnos los pensamientos, las inquietudes, las distancias interiores de sus personajes sin lastrar jamás el desarrollo de la narración, que es ágil, que no tiene adornos innecesarios, que atrapa como un buen relato de misterio, porque hay misterio en la vida de una mujer casada que recibe poemas de un ex alumno de su marido, en la actitud compleja de su prima, que la visita no se sabe muy bien si para llorar en su hombro o para llenar su tranquila vida de zozobra, en el ofrecimiento de amor de un hombre que no parece ofrecerse a sí mismo.
Y hay misterio en saber qué pasará, qué cambiará cuando el poeta aficionado se entere de que ella, la mujer casada, ha estado en su casa buscando algo que le explique cómo es su enamorado, qué siente, qué le interesa, qué le hace ser como es. Pero no os imaginéis un misterio forzado, un suspense ingrato. Es la poquedad lo que mueve a estos seres, la que los ata a sus vidas nada cambiantes, nada inquietantes. Son sus cortas ambiciones, sus rodeos, sus afanes sin expresar lo que los envuelve en el misterio del que hablo. El misterio de la pereza, del estarse quieto, del no hacer nada decisivo que cambie lo cotidiano y supuestamente natural.
Me complace leer a alguien como Munro, capaz de decir tanto con tanta precisión, con tanto tino, con un poder de narrar lo esencial tan vivificante: y escribo esta palabra porque cuando uno lee mucho busca autores que le aporten cosas, que le hagan mirar lo que hay en la vida que espera al cerrar el libro con renovado ímpetu, con ganas de seguir viendo y de seguir conociendo. Autores, como Alice Munro, que le otorgan a la existencia cotidiana una segunda oportunidad y nos la sirve en un bandeja llena de frases, de relatos de los que uno puede sale más ligero, más vital, como después de una ducha que limpia y da energías nuevas.