04 julio 2008

J. M. Coetzee: Desgracia


El arte de la novela precisa de preguntas más que de respuestas. No es fácil entender el mundo, no es fácil estar situado en ningún sitio, no es fácil ser. Coetzee, en esta gran novela, nos habla de cómo un hombre ha de aprender a perderlo todo para empezar de nuevo, de cómo no nos entendemos unos a otros sino desde la más insolente subjetividad, que en verdad sólo nos separa. Un profesor de universidad se acuesta con una de sus alumnas y cae en desgracia. No tiene demasiado interés en conservar su puesto ni su buen nombre, atónito quizá, orgulloso siempre. Viaja a la granja de su hija y se encuentra con la naturaleza, con perros que van a morir sin saberlo en manos de una mujer que los quiere y los consuela pero les inserta la aguja fatal en sus indefensos, inútiles cuerpos de seres abandonados. Hace el amor con alguien por quien no se siente atraído; él, que tanto amó la belleza y la juventud resplandeciente. Se enfrenta a una hija que no quiere volver a vivir en una ciudad pese a que es objeto de una dura agresión.
Y ahí empieza otra vida para el profesor. Ante un nuevo paisaje, ante una hija violada que no quiere huir y dejar atrás un lugar que la cosifica, la reduce, David Lurie, a sus cincuenta y dos años, se da cuenta de que la vida acepta el sufrimiento, el cansancio, la derrota, la indefensión a cambio de seguir siendo sólo eso, o nada menos que eso: vida.
Coetzee, con un estilo de frase corta y casi transparente, con una voz susurrante, nos hace llegar una historia en la que no caben los tópicos, en la que se les da la vuelta a mil y una ideas preconcebidas, en la que late siempre otra voz que aún no ha muerto, que nunca morirá: la de Dostoievski. Y es así porque los seres que pueblan este libro son gente humillada y ofendida, son personas que continuamente interrogan a la vida y su sombras y tienen que tomar decisiones para seguir adelante. Son personajes que optan por mirar muy adentro de sus almas, con el riesgo de encontrarse con que esas almas puedan no existir, ser meros reflejos, limitadas creaciones de la mente humana. De alguna manera pienso que Coetzee es un escritor que apuesta por la antiépica, que da la espalda a lo grandilocuente, que nunca habría podido escribir obras que clamen, apacigüen o señalen caminos incontrovertidos. Sus indagaciones son tan hondas que llega hasta el punto en que el vacío es ya lo único que vibra dentro de cada ser: y nos descubre que es su parte más auténtica, la última, la verdadera.
Que nadie se asuste: "Desgracia" es una obra necesaria, un paso formidable en la creación literaria de nuestra época, un mapa por el que moverse con libertad y sin temor. Eso sí, también sin ningún agarre. Es una novela necesaria en un tiempo en que estamos rodeados de novelas prescindibles.


Texto recomendado: "AUTOBIOGRAFÍA (LVI) - La caza", en el blog de Luis Quiñones Cervantes