24 noviembre 2009

El carnicero, de Claude Chabrol

Hay películas que no caducan, que vistas hoy parecen lentas, con argumentos más que conocidos, superadas en casi todos los aspectos. El que se acerque a "El carnicero" con la perspectiva actual de movimientos bruscos de cámara, cortes inesperados, subrayados engrandecidos por la música alta y chirriante, acción con sangre que corre como agua se llevará un chasco. Pero no porque esta película tenga ya a sus espaldas casi cuarenta años, sino porque está hecha para el que ama observar y pensar y no dejarse abrumar por lo alocado de un ritmo y de una trama que encandila pero luego se disipa como el arco iris ( es lo que me ocurre con la mayor parte de las películas recientes).
"El carnicero" basa su fuerza narrativa en lo que no se muestra, en lo que se intuye. Es una película con dos personajes tan sólo y está contada de una manera sutil y adulta, consecuente con toda la historia cinematográfica que tenía detrás. Chabrol nos acerca a la relación entre un asesino, de profesión carnicero, y una maestra que le comprende, que lo ampara, que lo besa. Y nos deja dos escenas memorables: la primera, cuando la maestra encuentra en el lugar de un crimen el encendedor que le regaló al carnicero y lo oculta. Todos pensamos que el asesino es el carnicero. Aunque nada apunta a que pueda serlo, aunque se ha mostrado cordial y afectuoso en todo momento a esa altura del metraje, de inmediato nuestra alma acusadora grita: Es él. No nos paramos a pensar que acaso haya otro encendedor como ese y otra persona que lo poseía y lo ha perdido. La segunda escena es aquella en que la maestra lleva al agonizante asesino al hospital y la cámara muestra los árboles del camino, la carretera, de manera desmayada, agonizante también, de manera misteriosa y onírica, anticipando la muerte del carnicero.
Me parece que ésta es otra obra maestra del gran director francés.