Es un relato corto, aparecido en la revista "Isaac Asimov Magazine", concretamente en el número 8, que fue publicado en 1986. Cuenta la historia de un hombre que viaja en una nave de carga y visita regularmente un planeta en el que una anciana se ha encomendado a sí misma la tarea de curar a unos seres con aspecto repelente y poca inteligencia que padecen una enfermedad mortal que les está llevando a la extinción. Narra este tripulante, que se entera de que la anciana era una emprendedora mujer de negocios en su juventud que amasó una gran fortuna en la Tierra y se ha retirado a otro planeta a cumplir una misión extraña, acaso dictada por Dios, a quien ella menciona y en quien cree. La anciana está gastando su dinero y su vida en retrasar la extinción de una especie que cuando ella falte desaparecerá, pues a nadie más le importa su existencia. Y el tripulante se interesa cada vez más por ella, se interroga e interroga a otros para valorar y determinar si la anciana es una santa. Al no encontrar una respuesta definitiva, se decide a preguntárselo a la propia anciana, que lo niega. Y él decide entonces que sí es un santa, pues el verdadero santo ni quiere la santidad ni aspira a conseguirla ni le preocupa en absoluto lo que el mundo piense de sus actos. El relato acaba con la muerte de la anciana, con la extinción de la raza poco inteligente y con un acto violento: el tripulante le vuela la cabeza al ayudante de la anciana, que tras la muerte de ésta no la ha enterrado y ha permitido que el cadáver quede a la intemperie y pudriéndose bajo el sol. O no: acaba cuando el tripulante ingresa en un seminario.
El relato es corto, pero intenso y lleno de provocadoras, inquietantes ideas. Así es la mejor literatura de ciencia ficción. Habla de un momento concreto y de conceptos eternos, de temas e inquietudes de difícil resolución. Que este relato nos llegue en una publicación de quiosco, en una revista de literatura popular y aparentemente menor me lleva a pensar en qué equivocados estamos a veces comprando ciertos libros y siguiendo a los autores sancionados como mayores por la crítica y los medios de comunicación. La gran literatura, la mejor, es la que conecta con nuestras inquietudes, la que despierta en nosotros deseos de saber más, de seguir adelante con más respuestas y, sobre todo, con más preguntas. La gran literatura de nuestro tiempo, la que perdurará, quién sabe si ahora mismo está en fanzines, en blogs, en los lugares más insospechados. Habrá que tener los ojos bien abiertos.
Imagen: Isaac Asimov Magazine nº 2