(Para Rosa Silverio)
Es una de las mejores novelas que escribió Isaac Asimov. Así se la considera. No seré yo quien lleve la contraria. El viejo maestro amaba la novela policíaca y fue uno de los primeros en escribir novelas de ciencia ficción con elementos policiales. En "El sol desnudo" hay una investigación clásica, varios asesinatos, muchos sospechosos, un detective que tiene limitaciones y es sagaz, aprende de sus errores y se deja ayudar por un robot que no lo parece, al que todos toman por otro humano. Elijah Baley y R. Daneel Olivaw no aparecen sólo en esta novela. Forman pareja investigadora en otras narraciones y el robot acabará por convertirse en un personaje fundamental en el conjunto de la obra de Asimov.
La parte policial de la novela es muy interesante, respeta escrupulosamente las reglas del género y sirve para hacer avanzar la narración y cerrarla brillantemente. Actúa de guía, de aliciente, pero "El sol desnudo" es mucho más que una novela con detective dentro. El viejo y sabio Asimov nos habla de los humanos de la Tierra y de los que han ido más allá de nuestro sistema solar. De las carencias de los que viajan y de los que se quedan. Nos alerta sobre la progresiva deshumanización de las sociedades que lo fían todo a los robots -él, que defendía su validez y necesidad con pasión -, nos habla de cómo la soledad corroe al hombre y desgasta sus conquistas sociales, de cómo nos alejamos entre tanta tecnología inventada no a la medida del hombre, sino acaso para reeemplazar al ser humano. Con un estilo sencillo, enraizado en una mirada noble y valiente, que podemos emparentar con la de otros de muchos escritores de la década del 50 del pasado siglo - creían en el hombre y lo reprendían sin moralina, con cierta inocencia, sin alzar la voz, sin predicar, hablándole siempre de tú al lector, al espectador (en el cine y en muchas películas de las llamadas de Serie B hallamos también guiones cargados de buenas intenciones y de amonestaciones que nunca resultan severas, que acaso penetran mejor en nuestra mente al estar dichas y planteadas de manera sencilla, sin el cinismo y el descreimiento que posteriormente embargó el ánimo de tantos escritores y creadores) -, Asimov cuenta y analiza desde una perspectiva eminentemente humanista, sintiéndose hombre (juez) y parte de la cuestión.
No sé si a los lectores algo mayores -yo ya no volveré a cumplir los cuarenta años- y algo ingenuos aún este tipo de literatura nos emociona porque no hemos dejado de ser niños del todo. Por eso, pese a las crisis y la sensación de derrota continua, de vacío y de callejón sin salida (dejando de lado la alternativa del hedonismo y la insensatez de la diversión encajada en el consumismo ramplón) en que parece que estamos condenados a vivir en un mundo tan sofisticado y tan falto de verdaderos sentimientos humanos, recomiendo vivamente la lectura, la recuperación de uno de esos pequeños clásicos de la literatura que nos ayudan a limpiar un poco nuestra mirada y nuestra alma de sufridores y desengañados. Porque también soy un hombre, además de un niño, porque no he perdido la esperanza y porque creo que casi todo tiene remedio si se mira hacia el lado de la solución y se unen fuerzas para lograrlo, porque tengo muy hundido un pie en nuestra entristecedora realidad actual, recomiendo este libro que no es una evasión, no es una fuga, sino un paso adelante para mirar con ojos sin miedo al futuro desnudo.