Vaya por delante que a uno le gusta mucho la ciencia ficción. Pero quede claro que hablamos de una ciencia ficción firmada por Ray Bradbury, el mejor Isaac Asimov, Stanislaw Lem, la Ursula K. Le Guin de "Los desposeídos" o Doris Lessing, esta última Premio Nobel. Esa ciencia ficción a la que no le hacía ascos Jorge Luis Borges.
Así, no os extrañará que no vea las series del momento en televisión y que a veces ponga de nuevo en el reproductor un dvd de las viejas Star Trek (todo lo que no sea de este año les parece a algunos ya viejísimo). Ayer estuve viendo el episodio noveno de la primera temporada de Star Trek Voyager. A mi lado estaba mi seria y realista compañera, que no es demasiado aficionada al cine ni a las sesiones de mitomanía a horas intempestivas . Ella, en todo caso, prefiere la serie original y a Spock, cuyo gancho entre las mujeres aún está por estudiarse.
El episodio es una larga meditación dialogada sobre la muerte y lo que ocurre después de la muerte. Está escrito por Brannon Braga, que tiene mucha parte de culpa de los aciertos de Enterprise, posterior a Voyager y de una calidad media más que aceptable (con caídas en ciertos capítulos entregados a la pura acción que los buenos aficionados disculpamos). Ya digo: casi todo es diálogo. Casi como una obra de teatro, dije, y mi compañera asintió (su juicio me importa mucho, porque equilibra mi natural tendencia al entusiasmo repentino y desmedido). Oye, y no hay un solo tiroteo, no hay luchas a brazo partido, no hemos visto ninguna escena de violencia. Todo un logro, ¿verdad?
Creo que este tipo de ciencia ficción es el último refugio para hablar de temas trascendentes, importantes, decisivos que afectan al ser humano. Se llevan a unos cuantos personajes a un planeta desconocido, les cambian las caras y los maquillan como a extraterrestres humanoides y les dejan hablar y decir cosas que en otras series sonarían demasiado rimbombantes o sencillamente increíbles. Y arman una pequeña historia que entretiene, hace pensar, hace dudar. Y es que quizá Sarte, Camus y otro como ellos sobreviven en las estrellas, están más vivos allí que aquí, donde casi todo está dado a la investigación de policías infalibles, a los chistes de adolescentes que no adolecen de nada elemental, a pitorreos vanos de seres llamados periodistas que cobran por masacrar a sus semejantes ante una cámara. La tele sirve para esto, mejor para esto, le dije anoche a mi compañera con la carátula del dvd de Voyager en la mano. Ella no dijo que no.