17 febrero 2007

Pedro Zarraluki: "Un encargo difícil" (6). Mirando una pistola.


Hay violencia contenida y violencia recordada en la novela. La época es propicia. La época está llena de violencia visible e invisible. Benito Buroy, remiso a cumplir con el encargo de matar a un hombre, deja pasar los días. Pero lo inevitable sabe que se acerca. "A veces levantaba el colchón de su cama y observaba la pistola durante un rato que se le hacía interminable. Arrodillado, con los dedos hundidos en el colchón, se sentía asaltado por recuerdos que creía haber borrado para siempre. Cerraba los ojos y se veía a sí mismo disparando a ciegas a las sombras que huían por un bosque de Teruel en medio de la noche, abatiéndolas por la espalda y gritando de júbilo. Se veía entrando en un bar de los suburbios de Barcelona, acercándose a una mesa en la que se jugaba al mus, y descerrajándole un tiro en la frente a un anciano al que había identificado por un angioma en la mejilla. Se veía sacando a una mujer por la fuerza de su casa, inmovilizándola contra la pared en el rellano de la escalera, la respiración de ella acoplada a la suya, los temblores de su pánico mezclándose con el aroma de su cabello, mientras en el interior se oían gritos y disparos. Se veía en todo lo que él había sido, sin acabar de reconocerse, como si le hubieran cambiado la memoria por la de otro hombre." Son los tiempos de la posguerra, los tiempos en que la memoria anda cargada de violencia y de acciones que hay que asimilar a cualquier precio para poder seguir viviendo.