Si comento la novelas que leo de esta manera fragmentada es porque así las leo. A veces unas motivan más comentarios y otras apenas dos o tres. "Un encargo difícil", como todas las novelas que dejan poso en mi memoria, está llena de detalles, de pasajes dignos de ser releídos, de personajes memorables. Y de escenas que son eficaces, están muy bien narradas y además son ejemplares. Como una en que el Lluent, pescador, lleva a un soldado alemán, cuyo avión ha caído en el mar, al lugar donde se ha hundido para tenerlo localizado con vistas a su posterior recuperación. El soldado nazi saca de repente su pistola y se pone a ejercitarse en el tiro contra unas rocas. Cuando aparece una cabra en la orilla, no duda en practicar disparando contra ella, la alcanza y la cabra, que está en un acantilado, cae al mar, pero no está muerta y lucha desesperadamente. El pescador desea ayudarla, pero el soldado se lo impide. Alza el pescador un remo sobre la cabeza del alemán, pero éste ni se inmuta, y no le queda más remedio que seguir manejando la barca y seguir las instrucciones del soldado. Es sólo una cabra, pero la crueldad del nazi con el animal basta para que sepamos y comprendamos qué alma encierra tras su guerrera. Admiro a los escritores que saben contar con poco y sugerir mucho. Que pueden desviar la mirada del lector y centrarla con la máxima intensidad en el punto que les interesa. Zarraluki tiene esa capacidad. Y no necesita recurrir a lo más cruento, a la violencia desenfrenada -tan habitual en el mal cine de acción- para demostrarnos que la maldad puede anidar en un corazón.
Ni cerrando los ojos
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No nos caben los muertos en las manos, ni siquiera en los brazos, ni
acarrearlos entre varios. No caben en los armarios, ni en los cajones, ni
en las ...
Hace 16 horas