25 febrero 2007

Pedro Zarraluki: "Un encargo difícil" (7). Crueldad.

Si comento la novelas que leo de esta manera fragmentada es porque así las leo. A veces unas motivan más comentarios y otras apenas dos o tres. "Un encargo difícil", como todas las novelas que dejan poso en mi memoria, está llena de detalles, de pasajes dignos de ser releídos, de personajes memorables. Y de escenas que son eficaces, están muy bien narradas y además son ejemplares. Como una en que el Lluent, pescador, lleva a un soldado alemán, cuyo avión ha caído en el mar, al lugar donde se ha hundido para tenerlo localizado con vistas a su posterior recuperación. El soldado nazi saca de repente su pistola y se pone a ejercitarse en el tiro contra unas rocas. Cuando aparece una cabra en la orilla, no duda en practicar disparando contra ella, la alcanza y la cabra, que está en un acantilado, cae al mar, pero no está muerta y lucha desesperadamente. El pescador desea ayudarla, pero el soldado se lo impide. Alza el pescador un remo sobre la cabeza del alemán, pero éste ni se inmuta, y no le queda más remedio que seguir manejando la barca y seguir las instrucciones del soldado. Es sólo una cabra, pero la crueldad del nazi con el animal basta para que sepamos y comprendamos qué alma encierra tras su guerrera. Admiro a los escritores que saben contar con poco y sugerir mucho. Que pueden desviar la mirada del lector y centrarla con la máxima intensidad en el punto que les interesa. Zarraluki tiene esa capacidad. Y no necesita recurrir a lo más cruento, a la violencia desenfrenada -tan habitual en el mal cine de acción- para demostrarnos que la maldad puede anidar en un corazón.