Me he puesto ya tres veces malo en mes y medio: del pecho. Tengo la salud muy endeble.
Pero no te escribo por eso. Es por mamá. Para contarte algo, de hermano a hermano y por escrito porque en persona no le salen a uno las palabras: sufro muchísimo por ella. Todos los días me acuerdo un montón de veces, le pido a Dios que cuide de ella cada noche, y me fastidia hasta donde no puedes imaginarte -no se lo cuento a mi mujer, ¿de qué valdría preocuparla?-que esté como está, en la cama y sin memoria y sin moverse y sin poder hacer nada por ella. La vida es una mierda. Yo esperaba que un día tendría mi casa y ella se vendría a pasar algunas temporadillas, podría darme paseos con ella y llevarla a tomar un refresco, al cine. No he podido aceptar su situación y, lo que es peor, me temo que nunca podré hacerlo. He vivido con ella y he dependido de ella, ha hecho siempre todo lo que le he pedido y de alguna manera la necesidad la voy a tener siempre, es como si fuera una parte viva de mí. Cada día pienso en cuando le llegue el momento de dejarnos, Luis, trato de prepararme, podría decirse, y no hay manera. Ayer por la mañana me desperté llorando, todavía con los ojos cerrados y llorando, recordándola como ella era cuando estaba bien, soñando con que estaba bien. Algunas noches sueño que se ha curado, que ha recuperado la memoria, que vuelve a estar como antes de la enfermedad. Me imagino que hay cosas en las que nunca voy a madurar, que no voy a ser enteramente adulto, y éstas, el cariño y la necesidad de mamá, son dos de ellas.
Te lo cuento porque has hecho mucho y bien por ella siempre y porque me acuerdo de cuando estaba malo y ella me traía un libro de la librería que yo le había apuntado en una nota, o un medicamento de la farmacia, lo que sea que le pidiera. Otros a lo mejor se casan, tienen hijos y su vida da un giro. La mía, en lo referente a mamá, no lo va a dar nunca.
Sólo quería compartir esto contigo.
Tu hermano Alfredo.
(Foto de Henri Cartier-Bresson)
Pero no te escribo por eso. Es por mamá. Para contarte algo, de hermano a hermano y por escrito porque en persona no le salen a uno las palabras: sufro muchísimo por ella. Todos los días me acuerdo un montón de veces, le pido a Dios que cuide de ella cada noche, y me fastidia hasta donde no puedes imaginarte -no se lo cuento a mi mujer, ¿de qué valdría preocuparla?-que esté como está, en la cama y sin memoria y sin moverse y sin poder hacer nada por ella. La vida es una mierda. Yo esperaba que un día tendría mi casa y ella se vendría a pasar algunas temporadillas, podría darme paseos con ella y llevarla a tomar un refresco, al cine. No he podido aceptar su situación y, lo que es peor, me temo que nunca podré hacerlo. He vivido con ella y he dependido de ella, ha hecho siempre todo lo que le he pedido y de alguna manera la necesidad la voy a tener siempre, es como si fuera una parte viva de mí. Cada día pienso en cuando le llegue el momento de dejarnos, Luis, trato de prepararme, podría decirse, y no hay manera. Ayer por la mañana me desperté llorando, todavía con los ojos cerrados y llorando, recordándola como ella era cuando estaba bien, soñando con que estaba bien. Algunas noches sueño que se ha curado, que ha recuperado la memoria, que vuelve a estar como antes de la enfermedad. Me imagino que hay cosas en las que nunca voy a madurar, que no voy a ser enteramente adulto, y éstas, el cariño y la necesidad de mamá, son dos de ellas.
Te lo cuento porque has hecho mucho y bien por ella siempre y porque me acuerdo de cuando estaba malo y ella me traía un libro de la librería que yo le había apuntado en una nota, o un medicamento de la farmacia, lo que sea que le pidiera. Otros a lo mejor se casan, tienen hijos y su vida da un giro. La mía, en lo referente a mamá, no lo va a dar nunca.
Sólo quería compartir esto contigo.
Tu hermano Alfredo.
(Foto de Henri Cartier-Bresson)