29 noviembre 2006

Juan Eduardo Zúñiga: Largo noviembre de Madrid

Miguel Ángel Muñoz menciona en su blog a Juan Eduardo Zúñiga y eso me ha llevado a releer uno de los relatos de este magistral libro que precisamente mi amigo Muñoz me regaló en 1991 en Granada, que entonces era su ciudad y no la mía. "Nubes de polvo y humo" es uno de esos relatos llenos de realidad y a la vez de simbolismo que caracterizan la obra de este gran autor y que se desarrolla en Madrid, durante la guerra civil. Un soldado habla con una mujer que dice "Los odio, sólo pienso en matarlos", y después la acompaña por las calles llenas de tiros y de ruidos de bombas, obsesionado con su belleza y deseoso de abrazarla, abrirle la blusa, hacerle el amor antes de incorporarse a filas. Le dice a ella que no entiende su deseo de matar, porque "¿No te das cuenta que todos los que quieren matar lo que de verdad intentan es matarse a sí mismos, matarse para poner fin a venganzas, a miedos, a desesperaciones que no pueden vencer? Engáñate si quieres, pero la verdad es ésa, ¿qué te importan los demás si lo único que te interesa y te angustia eres tú misma?" Con un estilo vigoroso, voluntariamente alambicado pero transparente, lleno de continuos aciertos, Zúñiga narra como pocos, con una intensidad inigualable: "Acaso abrazaba a los suyos por última vez - quién sabe si una bala venía hacia él, pasando semanas en su veloz carrera hacia el cuerpo al que estaría destinada fatalmente-, y esta noción le hacía aún más apreciar la templanza de la casa, el olor de las ropas usadas, de los guisos que se habían sucedido en el fogón, la vista de objetos y humildes muebles unidos a su vida de niño y de muchacho". Esto está escrito en 1980, amigos, antes de que los grandes estilos que ahora triunfan, los de Marías y Muñoz Molina, aparecieran. ¿Cuánto le deben esos dos autores a este maestro medio secreto de las letras españolas? Os aseguro que cuando acabé de releer el relato me dije que la vida es muy injusta, que premia a unos y olvida a otros sin piedad, encumbra o derrumba sin miramientos. No hay más de dos o tres autores vivos que puedan igualar la fuerza, la verdad y la creatividad de estas páginas absolutamente deslumbrantes, y pienso en el Philip Roth de "Pastoral americana" como ejemplo equiparable, no creáis que me limito al ámbito de nuestra lengua. Dadle una oportunidad a Zúñiga, dáosla a vosotros mismos y disfrutad.